PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 1                                                               ABRIL-MAYO 2002
página 3
 

LO BUENO Y EL BIEN


Cuando la metafísica de la Escuela asignaba al ente la cualidad intrínseca de bien, proclamaba que todo ser era bueno. Hoy, en lenguaje accesible, se podría traducir que todo cuanto engendra la naturaleza es bueno. Por tanto, el naturismo, como doctrina de exaltación de la bondad de la materia, no es nuevo, sino en todo caso se tenía por olvidado.
El saber popular, no penetrando radicalmente en este principio, con frecuencia ha procedido a catalogar la materia no por su esencia sino por su fin; lo que ha llevado a adjudicar la bondad a los entes no por sí mismos sino por su aplicación, y ésta en función de la utilidad apreciada desde el juicio humano.
Un virus letal, un tornado, un meteorito impactando sobre un planeta, la oxidación de los seres vivos, una glaciación, podrían ser considerados males causados por elementos buenos ¿y no representaría ello la mayor contradicción intrínseca de la naturaleza?
La materia, por su propia estructura está en movimiento, en trasformación, en cambio, y ese movimiento, cualidad propia de todo móvil, es paralelo a la bondad. La física moderna demostrando que la materia ni se crea, ni se destruye, y que sólo se transforma, refrenda la identificación de las propiedades del ente material, como son su cantidad (materia o energía) y su movilidad (transformación) con la cualidad de la bondad, de modo que el ente material sería bueno en cuanto tiene materia y que esa materia se transforma, o sea en cuanto sigue una ley física, determinante y necesaria, que le inserta en un proceso de evolución. Por eso todas las cosas materiales son buenas en cuanto y sólo secundan necesariamente las leyes físicas que las determinan. De ahí podríamos concluir en calificar a la naturaleza como el universal de lo bueno.
Si antes se hacía mención de la experiencia especulativa que lleva al juicio humano a aplicar la bondad de acuerdo a una utilidad, ello conduce a que elconocimiento humano se ha de entender como un estado psíquico de doble articulación. Conoce sobre lo determinado en las relaciones materiales aprehendidas por los sentidos su capacidad determinante. Ese conocer que conoce, como segunda articulación, le dispondrá a realizar aplicaciones de las leyes físicas de la naturaleza a su conveniencia. O sea, podrá ejercer la creatividad.
Esta creatividad -término semánticamente no muy afortunado, pues no se produce ningún acto de creación, sino ordenación del conocimiento aprendido- no supone una alteración de las leyes físicas inherentes a la materia, sino una modificación en su proceso de aplicación, para utilizarlas con un beneficio, o sea, para conseguir un bien supuesto.
Del análisis de la posibilidad de obrar de esta manera, se deducen dos consecuencias importantes: 1ª La existencia de un conocimiento capaz de identificar en el proceso natural una aplicación no existente como posible,y por tanto como un bien a conseguir. 2ª Una actuación, en cuanto no necesaria, contingente, libre, asignada a una decisión voluntaria derivada de la segunda articulación del conocimiento.
La evaluación de esta acción libre no necesaria, y por tanto voluntaria, consecuencia de un juicio racional, será por tanto responsable, moral, y adquirirá el carácter de bien conforme a su utilidad en el paradigma de las relaciones humanas.
De ahí la diferencia que el lenguaje común establece entre lo bueno, neutro, acción de lo inanimado, no responsable, y el bien, masculino, término marcado de lo animado, que supone voluntariedad y manifiesta la capacidad de la persona no sólo de ser bueno como ser, sino de poder ser quien voluntariamente se realice en la ejecución del bien.
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