POLÍTICA O VERDAD
La trayectoria dialéctica del presidente Bush para consumar al invasión de Irak, ha dejado patente como el recurso a la mentira se ha constituido en el primer arma para violentar la conciencia de los ciudadanos.Si por política entendemos el conjunto de acciones y argumentaciones para consolidar el poder, no puede extrañarnos que, dado que el poder se sugiere como una de las pasiones más vehementes, se proceda de modo habitual a la conculcación de la verdad. De alguna manera la política vendría a ser el arte del dominio, de la sujeción de las voluntades, de la mediatización de la libertad. La política no sería el resultado de unas relaciones sociales libres, sino la inspiración de una sociedad sometida.La libertad como esencia de la naturaleza específica del ser humano, exige un marco de verificación para su realización. Ese marco para el juicio lo constituyen las condiciones de verdad de las premisas evaluadas. La política así se ha de decantar por una de dos tendencias: o la defensa de la libertad, o la conculcación de la libertad; la primera supone el respeto a la verdad, le segunda se construye desde el enredo y la maraña.La defensa de la verdad en la política presupone la revalorización de la filosofía social como ciencia que estudia las condiciones de verdad de los actos sociales. En la medida que la ciudadanía tenga actitudes de razonamiento filosófico para desentrañar la adecuación de los postulados políticos a los principios naturales que fundamentan las relaciones humanas, así podrá calibrar la condición de verdad de esos postulados. En la medida que se juzga con recursos, se es más libre.Tras la amenaza de los fascismos de distinto signo que se constituyeron en el siglo XX, y que cimentaron su autoridad sobre la falsedad de un poder que emanaba su propia verdad, los países culturalmente desarrollados han sintetizado en el ejercicio de la libertad democrática el principio rector de su política. Constituido así un sistema teóricamente válido, sólo falta que su estructura permita realmente el ejercicio de la soberanía a sus ciudadanos; que como correspondencia a la confianza depositada en sus representantes exige de ellos el conocimiento de la verdad que condicione el apoyo político.No es falso que algunos de los actuales políticos democráticos han caído en la tentación de sus antecesores fascistas y, soslayando la crítica política desde el contraste de auténticos criterios de verdad, establecen pautas de comportamiento sustentadas en una verdad creada para el caso, que de cierto no contiene más que pura mentira y engaño a los ciudadanos.El contraste de la verdad supone el mayor reto de libertad en la política y la auténtica garantía de la vitalidad de un sistema democrático. El robustecimiento de las instituciones que tienen por misión desvelar toda sombra de mentira en la actuación de los gobernantes es uno de los pilares del verdadero estado democrático. La labor de los medios de información, fundamental; pero el desarrollo de una auténtica cultura de la filosofía social, que preste a los ciudadanos criterios básicos para contrastar las condiciones de verdad del discurso político es lo que a la alarga conseguirá la credibilidad de una política nacional.