REPRESENTACIÓN PARLAMENTARIA
Uno de los grandes debates que tiene la democracia es cuál sea el sistema de representación parlamentaria más idóneo para que la gestión del poder por el pueblo se realice del modo más perfecto posible.El sistema más genuino es el de la elección directa de un ciudadano en representación de su grupo más próximo. Entre ese método individualista y el de los grandes partidos políticos que monopolizan la gestión de las ideas políticas existen variadas formas en los distintos países democráticos, todas legítimas pero todas mejorables.Salvo en momentos de crisis en que el pueblo se conciencia de la importancia de su participación, en muchas democracias se advierte un creciente desencanto en el pueblo por la frustración de no sentir como auténticos los cauces de representación.Se ha acusado a los tiempos modernos de haber trasformado la democracia en partitocracia; el que los grandes partidos políticos han asumido el total control de la política desplazando a las minorías y distorsionando de alguna manera la naturaleza de la democracia.Sobre la crítica a la partitocracia se podría decir mucho, pero existen dos puntos que afectan a ciudadanos y partidos que conviene recalcar como esenciales para conjugar partidos y democracia. El primero de ellos es la necesidad de recordar a los ciudadanos que la democracia es un sistema que exige de cada persona la voluntad y el esfuerzo de participación; sólo en la medida de la realización de ese compromiso cada cual estaría legitimado para hacer una crítica constructiva y real al sistema. El segundo aspecto que afecta a los partidos políticos es la exigencia de que para que puedan realmente integrarse en el sistema precisan una estructura interna democrática y participativa. En la medida que se ajustan a este requisito serán útiles como cauce de construcción de un verdadero sistema democrático.En la medida que el ámbito representado es mayor, donde la distancia personal entre representantes y representados se acentúa, la mediación de partidos que trabajen la aglutinación de ideas e intereses sociales parece más necesaria, aunque no debe nuca olvidarse la naturaleza de representación, la defensa mandataria de la opinión de los electores y el sentido de depósito del cargo a disposición de los mismos.La articulación de la representación a través de los partidos se arbitra unas veces mediante la designación directa de cada representante por los electores de una circunscripción o por candidaturas globales dividiendo el territorio en circunscripciones más amplias.El primer sistema aporta la ventaja de que el elector conoce y emite su voto para la nominación directa de su representante. Teóricamente supone la expresión más pura de la democracia siempre que existan mecanismos para la comunicación y requerimiento entre representante y representado en el trascurso de la legislatura. El sistema debería exigir la posibilidad de que la mayoría de los electores de una circunscripción pudieran remover de su cargo al representante si no cumple con las expectativas y promesas hechas a sus representados. Este sistema de elección directa permite una teórica independencia de la monopolización de los partidos.El sistema de candidaturas cerradas que se suele utilizar cuando el país esta dividido en circunscripciones únicas o de gran extensión exige una previa reflexión acerca de su significación realmente representativa. En la medida que cada una de las candidaturas es cerrada se vota por el conjunto de representantes de una lista, y por ello la confianza del ciudadano no se deposita en cada unos de los candidatos que figuran en la lista sino a la idea política que ofrecen en su conjunto garantizada por el partido que respalda la candidatura.Mientras en el sistema de único representante por circunscripción el voto y la representación se puede considerar personal, en el caso de listas cerradas el voto no debe considerarse personal a cada representante elegido sino al conjunto de todos ellos y así se debe traslucir en la estructura parlamentaria de representación.En el caso de que el voto no sea directo a la persona, toma un papel importantísimo la configuración democrática interna de los partidos para que los representantes elegidos lo sean en razón directa también de la participación ciudadana en el estado a través del cauce político de los partidos. En estos casos en que los elegidos no lo han sido personalmente, su participación parlamentaria debería ser colegiada de modo que la voluntad popular quede reflejado por la opinión democráticamente expresada del grupo y no por la decisión propia y personal de un parlamentario que una vez elegido mantuviera su criterio contra el común del partido por el que ha sido elegido.