EXCLAVITOS DEL ÉXITO
La denuncia sobre el trabajo a que son sometidos los menores en países del tercer mundo debería hacernos reflexionar a quienes formamos parte de la sociedad del consumo si en nuestro mismo entorno no avalamos situaciones similares con los pequeños.A veces el énfasis de superación y competitividad que dimanamos desde nuestra sociedad noroccidental lo trasladamos a los menores, sin que nos sintamos responsables de hacer, sin necesidad aparente, algo similar a lo que denunciamos realizan en algunos países en vías de desarrollo quizá por necesidad de subsistencia.Permitir trabajar a los menores o explotarles en el círculo familiar supone ante todo la violación del derecho a crecer en un proceso de relación con el entorno del que se toma la cultura y el saber de modo progresivo mediante la imaginación desarrollada en los juegos.La sicología del menor exige para su armónico progreso que no se le condicione direccionalmente hacia determinados objetivos por muy loables que los mismos puedan parecer. La personalidad no debe condicionarse, sino ayudar a que se forje sobre los criterios que paulatinamente se van adquiriendo.Nuestra sociedad está trasladando a los menores la ansiedad de triunfo sin que los responsables sociales apenas se percaten de que se les está integrando en un cuadro de dependencias similar a quien se le exigiera el trabajo a esa edad.Cuando se observan menores que dedican gran parte de su tiempo al aprendizaje de determinados deportes U otras actividades, debería saltar la alarma de hasta qué punto no se está vulnerando y explotando su niñez en aras de un futuro e incierto éxito. El condicionamiento que para un niño o un adolescente supone que dedique varias horas al día a la natación, a la gimnasia, al tenis, a la música, etc. es muy similar a quien lo debe hacer para ganar un salario. ¿Por qué entonces esto escandaliza y aquello no? El hecho de que pueda ser compatible con la posibilidad de estudiar en la escuela no es el único requisito para garantizar el que no se está manipulando el derecho a gozar de una infancia y adolescencia equilibrada. Los centros especiales que pretenden monopolizar la educación infantil de los superdotados, o para promocionarles en el mundo de la música, el circo o cualquier otro espectáculo, deberían concienciar a la sociedad occidental que no dista mucho su condicionamiento de aquél que se denuncia cuando los niños son adoctrinados en el entorno de comunidades sectarias. La justificación del éxito, la posible rentabilidad económica, la atracción de la fama no son suficientes motivos para condicionar el derecho de todo menor a disfrutar de su niñez, y a crecer sicológicamente en un marco adecuado. Todo lo que el deporte, el teatro, la música supere lo que debe ser un juego, debería constituir un aviso para padres, educadores y políticos en que algún derecho se puede estar violentando.Reglamentar igualmente la posible participación de los menores en la moda, la publicidad, el cine, la televisión, etc. para que no pase de lo que pueda ser una experiencia constructiva a una expectativa comprometedora de su educación también es una tarea para las autoridades sociales que deben velar por la protección del menor.