PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 11                                                                                                      NOVIEMBRE-DICIEMBRE  2003
página 7
 
 

 EL REVERSO DEL COLONIALISMO

 
Una constante de la Edad Contemporánea fue la del colonialismo. Las grandes potencias usaron de su poder para someter a la inmensa superficie del continente que aún no habían tenido acceso a la modernización. Durante siglos las colonias fueron un manantial de riqueza para las metrópolis, aunque el contacto de las culturas haría vaticinar que la independencia de las colonias y un nuevo orden político en el mundo era inevitable.
Los siglos XIX en América y XX en África y Asia supusieron la nueva realidad política mundial, en la que la población fue progresivamente siento consciente de su nuevo estatus político que reducía el colonialismo a las dependencias comerciales y económicas.
La cultura colonial asentó una experiencia para una porción importante del pueblo colonizado: que cualquier trabajo en el servicio el colonizador les reportaba mejores condiciones de vida que la diezmada economía doméstica del país. Así tras la descolonización comenzó a fraguarse un flujo migratorio del ámbito rural a las ciudades, de las excolonias a las metrópolis.
El siglo XXI se presenta como el del gran desequilibrio entre la distribución de riqueza y población. Si grafíamos la riqueza correspondiente a los diversos estados comprobaremos que el conjunto de los países más ricos que constituyen la quinta parte en población dispone del 85% de la renta mundial. Este desequilibrio, que tiende a acentuarse, genera un deseo de migración para sobrevivir a la sombra de la riqueza, aunque sea en el mero servicio, como perdura en el recuerdo de la época colonial.
Desde el mundo desarrollado se quiere gestionar la migración como un componente económico, regulando el flujo según las necesidades económicas del país receptor, pero la perspectiva en el tercer mundo es distinta pues la migración se estima como necesidad vital.
La idea que durante siglos dominó occidente fue el derecho a ocupar o dominar cualquier espacio del mundo, en cambio, pronto se percató de la conveniencia de cerrar sus fronteras para controlar el dominio de sus riquezas. Ahora, una inmensa multitud generada por la demografía y la pobreza se propone cada día traspasar esas fronteras.
En la medida que la colonización no implica el dominio de la soberanía y la gestión de los recursos no puede hacerse por la intimidación del poder, las inversiones se condicionan a la garantía de seguridad. Sin una estructura universal de promoción, inmensos sectores de población autóctona se ven en la necesidad de desplazarse en busca de un mínimo de bienestar para vivir.
Si bien en siglos pasados el rol de colonizadores y colonizados era patente, hoy sociológicamente está empezando a observarse una alteración entre el concepto nacional del país receptor y la población desplazada, que cada vez tiende a construir un espacio vital propio. La colonización que dejó su impronta en la arquitectura, industria y costumbres de los países ocupados, se muta por la presencia cultural cada vez más relevante de las poblaciones migradas en las villas y metrópolis de acogida.
Si tenemos en cuenta que el desequilibrio económico presenta una tendencia al alza, la posibilidad de incremento de inmigrantes en los países ricos en los próximos años parece una realidad, y con ello una influencia cada vez mayor en todos los ámbitos de la sociedad.
Teniendo en cuenta que los emigrantes se mueven con preferencia a la hora de elegir destino prioritariamente por las antiguas relaciones de colonización, es muy probable que occidente reciba el reverso de la moneda de su política colonial.