PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 12                                                                                                      ENERO-FEBRERO  2004
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FILOSOFAR

 
La estructura de la mente en su procesamiento desde las impresiones exteriores a la formación de las ideas se sirve de un lenguaje que sintetiza en un logos significante el valor apreciado del conjunto de datos externos recibidos. Este significante, que tanto ha dado de pensar a los escrutadores de la filosofía del lenguaje, entre otros parámetros ha venido a constatar la trascendencia del contexto en que es analizado por la mente para sumir su significación: Sólo y en la medida del contexto -se sostiene desde el pasado siglo- el lenguaje significa mentalmente.
En la medida que el filosofar es una actividad intelectual dependiente de la mente, la adecuada utilización del instrumento del lenguaje garantizará la perfección de la ciencia filosófica. Por tanto, aplicar la referencia contextual al método de filosofar como traslación de un proceso estructural para dotar de mayor equilibrio al sistema no debe ser desechado. Así como el contexto fija el valor último de la palabra para su interpretación mental, la referencia contextual no sólo puede servir en filosofía para determinar el sentido de los enunciados, sino también para que el juicio predique sobre la más acertada significación de las ideas. La referencia de cada idea está supeditada al significado global de la misma, que a su vez lo es en el de sus palabras. En la medida que el contexto de palabras e ideas es más universal, su valor se multiplica por la escasa rescisión que puede presentar frente a contextos particulares. Ese objeto propio de la filosofía debe por tanto ser salvaguardado par que el mismo conserve su carácter universal.
Asignar un contexto universal al juicio filosófico es asignarle un valor permanente en el tiempo y en el espacio más allá del pensamiento humano que lo enuncia, pues el mismo por su naturaleza no puede sino ser limitado. Ni aún el contexto común de los pensadores garantizaría una valoración universal, pues de la adicción y contraste de juicios posibles imperfectos se sigue un perfeccionamiento del juicio común pero no su imposibilidad de error. Por ello para signar un contexto inequívoco para filosofar habríamos de fijar la ausencia posible de error y ello sólo se encuentra en la verdad. La verdad, lo verdadero, es del contexto propio del filosofar, lo que reduce cualquier proposición filosófica, lo incondicional de la condición del objeto de la filosofía: Conocer toda la verdad universal sin más condición de conocerlo en verdad.
Filosofar en su contexto de verdad exige al filósofo pormenorizar las condiciones de verdad de cada uno de los elementos con los que construye su pensamiento. Este reto es el mayor al que se enfrenta la filosofía no sólo para que sea creíble, sino para que sea cierta.
El progreso del saber filosófico, que desde Kant se cifra en la prospección de los juicios sintéticos, podría ser que fuera preciso que los mismos tuvieran que ser analizados en sus condiciones internas de verdad por los juicios analíticos. Sólo en ese proceso de análisis internos se garantiza las condiciones de verdad de cada juicio. La analítica metafísica será garante de que el progreso del pensamiento por aplicación de los juicios sintéticos es acertado porque sus contenidos de verdad son ciertos.
La actitud del filósofo ante el contexto de verdad que enmarca el hacer en filosofía supone el posicionamiento de una puesta por la verdad que no es fácil. Pensar en un contexto de verdad implica depurar las propias creencias, pero, sobre todo, agilizar la prevención a las herencias culturales y realidades sociológicas que intentan imponerse como incontestables hechos lógicos sin haber sido rigurosamente examinados en sus contenidos de verdad.
Esa desconfianza en sí mismo del filósofo conocedor de ser esclavo de sus afectos y esa confianza en el rigor del método serán las armas del pensador para ejercitarse en un contexto de verdad.