PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 12                                                                                                      ENERO-FEBRERO  2004
página 7
 
 

GLOBALIZACIÓN

 
Dos factores han impulsado la internacionalización del comercio: La fluidez de los trasportes y la digitalización de la información.
Desde siglos, prácticamente desde que el hombre se organizó en sociedad, el intercambio comercial ha marcado el progreso y la rivalidad entre las comunidades. Progreso porque el intercambio de productos y técnicas enriquecía mutuamente a los pueblos; rivalidad para imponer el propio dominio en las leyes comerciales.
En el siglo XXI, en el que la relación comercial ha alcanzado una dimensión global, progreso y rivalidad presentan connotaciones propias que no pueden pasar inadvertidas en la valoración social de la nueva configuración del mercado mundial.
Para el pensamiento liberal, la internacionalización del mercado es consecuencia de la propia dinámica interna que tiende a expandirse allá donde no existan constricciones para su desarrollo. En la medida que el mercado se liberaliza, las bolsas de economía autárquica se debilitan, y se sigue del beneficio que genera toda transacción: enriquecimiento general.
Un esquema tan elemental de la globalización admitiría poca crítica si no fuera porque la teoría de mercado que se aplica incide por una parte sobre el mercado de la mano de obra para la producción y porque las reglas de la economía de mercado priman posiciones de dominio que entran en contradicción con las propias de una relación de intercambio de servicios.
Uno de los escollos principales para interpretar la globalización de la economía como una solidaria forma de progreso es el de la valoración de la retribución de la mano de obra de explotación, pues de la mera estimación de la misma en función de la única variable de oferta se deriva el que mientras se encuentren productores en el mundo necesitados de trabajar en los límites de la subsistencia, se beneficiarán de ello los inversores y las sociedades receptoras de la producción, sin que suponga un bien del mismo grado para el productor. Sólo en la medida que el mercado laboral proporcione al trabajador un plus de bienestar equivalente al que repercute la comercialización de su producción se puede hablar de una transacción de mercado que se sostiene sobre un equilibrio en el intercambio de servicios.
Por ello no es de extrañar que para muchos las condiciones actuales de explotación sean comparables a las antiguas de la esclavitud, con la sola diferencia que en vez de trasladar a los esclavos hasta las plantaciones se les explota sobre su misma tierra. La globalización ha desplazado la clase proletaria desde un segmento de la propia sociedad a un ámbito de población mundial.
Otra perspectiva de dominio de mercado se advierte en la posibilidad de ofertar mercancías elaboradas en paraísos laborales saturando mercados autóctonos, de cuya implantación se sigue el desplazamiento de la pequeña economía de producción y comercio.
Por eso, pasar a considerar la globalización como un marco de progreso social no se justifica con la simple adicción para los pueblos pobres de un bienestar residual desproporcionado al bienestar que tal configuración dota a los países que expanden sus desarrolladas economías.
La globalización sólo se justifica socialmente si el grado de bienestar que reporta revierte sobre las nuevas sociedades globalizadas. Para ello no cabe sino que se reinventen estructuras económicas internacionales que proyecten sobre la unidad de valor de producción al menos el mismo beneficio que se deriva para la sociedad inversora, de modo que la malla económico social de los pueblos más desfavorecidos pueda consolidarse en virtud del bienestar que producen sus riquezas naturales, su trabajo y su comercio al margen de una explotación que exporte todo el margen de beneficio.
La pretensión de los países de globalizar la economía desde la perspectiva del incremento de su propio bienestar presenta el gran peligro de que tras la liberación de las barreras al mercado se producirá la imparable pretensión de los habitantes de los países menos desarrollados de la supresión de las fronteras, para poder disfrutar del bienestar al que no tienen acceso en su tierra.
Quienes diseñan una globalización en un solo sentido pierden la perspectiva de que el mundo de la comunicación y la facilidad de los desplazamientos incrementa el flujo migratorio, y si los mercados no dan respuesta de un equilibrio del bienestar mundial, el enfrentamiento por las parcelas de bienestar se librará allá dónde su hallen.