SINDICATOS
La creación de los sindicatos en el siglo XX es consecuencia del proceso de industrialización que puso en contacto a millares de trabajadores manuales instrumentalizados por los patronos como objetos de producción.
La conciencia de la conculcación de sus derechos personales condujo a los obreros a tomar en consideración la necesidad de unirse para formar un bloque capaz de enfrentarse al poder de la burguesía económica.
La sindicalización de voluntades obreras ha representado uno de los factores decisivos sociales del siglo XX.
En los albores del nuevo siglo habría que interrogarse sobre la pervivencia del valor sindical y reflexionar acerca de su contribución en la nueva sociedad.
En el mundo desarrollado la mano de obra industrial ha sido desplazada por la especialización técnica, y la aglomeración laboral se reduce cada vez más al espacio de los servicios. La deslocalización ha llevado a los países en vías de desarrollo, donde el costo de la mano de obra es sensiblemente menor, la producción que requiere mayor concentración de personal. Así las cosas, la sindicalización presenta caracteres muy diversos en las distintas zonas económicas. Mientras el bagaje sindical del siglo XX, con sus aciertos y errores, sirve de referencia para las zonas en vías de desarrollo, en occidente la acción sindical precisa trasformarse al ritmo que lo hace el dinamismo social, si realmente no quiere quedar relegada a la marginalidad.
El primer principio de la acción sindical que debería mantener una vigencia perpetua, no siempre bien entendida, es su dimensión social. El fin de la defensa de los intereses de cada trabajador lo es en cuanto el mismo se conjuga con los de la comunidad laboral. Este principio, que es paralelo al sometimiento del bien particular al bien común en toda sociedad, no siempre es bien comprendido y requiere de los trabajadores un cambio de perspectiva para ajustarse a las mudanzas de la estructura económica.
En contra al enfrentamiento que durante décadas se continuó entre estado, capital y sindicatos para la defensa de sus respectivos derechos e intereses, en un futuro inmediato los sindicatos tendrán que apadrinar la creación de nuevos formas de ubicación y relación del trabajador con la sociedad. Por un lado, se encuentra como primordial la protección de los derechos de los trabajadores inmigrantes en las comunidades de acogida, en las que como ciudadanos foráneos carecen de los derechos nacionales. Por otro lado, la profusión de las empresas multinacionales con desarraigo sobre las costumbres del país ha creado la necesidad de que la defensa de los intereses laborales no se centren primordialmente sobre las retribuciones salariales, sino que cada vez alcanza mayor importancia la del respeto a una forma de vida más humana y a la distribución racional del trabajo entre todos los ciudadanos, evitando en lo posible las bolsas de pobreza.
Una nueva forma sindical será necesaria que surja para amparar el derecho de los trabajadores autónomos, especialmente por lo que las tecnologías de comunicación auguran. Cómo relacionar a todos esos trabajadores para una defensa de los derechos mutuos precisará una estructura sindical que vuelva los ojos hacia los estamentos gremiales.
Modernizar la acción sindical es ponerla al servicio de los ciudadanos para ampliar las miras de quienes, so pretexto de mejorar sus intereses, reafirmarán costumbres de caciquismo que rompen la progresiva visión que de la globalización de la economía debe seguirse. Proteger la autarquía, aunque a primera vista pueda parecer un beneficio, a la larga supone de alguna manera el aislamiento y la rémora de la tardía incorporación a los beneficios del comercio internacional.
Los sindicatos siguen teniendo vigencia en el siglo XXI, aunque es necesario que para un mejor servicio a la sociedad modernicen permanentemente su mentalidad.