PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 13                                                                                                      MARZO-ABRIL  2004
página 3
 

EL DESENCANTO DEL BIEN

 
Lo peor para una persona es la pérdida de la confianza en sí mismo y en la sociedad que le rodea. La fe en la vida es mucho más necesaria de lo que a primera vista puede parecer. Pasados los tiempos en que la mente se entretiene con las sorpresas de la vida surge la necesidad de los asideros morales para no caer en la alineación o en la depresión.
Una de las mayores decepciones sicológicas del hombre se sigue del desencanto de la conciencia por la inoperancia que el ejercicio del bien parece operar en la sociedad. El fundamento de toda ética, de toda solidaridad y de toda notación humanística reside en el bien; por eso, el ejercicio del bien debería ser el principal valor y gozar de la mayor consideración social.
La percepción de la realidad social en cambio en muy distinta. El bien no triunfa en el mundo. A quien proclama la necesidad de articular la sociedad sobre los principios de la ética se le considera un iluso. Toda regeneración es mercada como utópica. La evidencia en esto supera ampliamente cualquier elucubración filosófica que se quiera mantener. Basta cada día escuchar los noticieros y hojear los magazines para constatar: la guerra, la droga, el terrorismo, el hambre, la marginación, la frivolidad, etc. La preeminencia de los actos de dominio se impone sobre el bien en el marco social.
Si el recurso de observar el éxito del bien en el entorno particular paliara las voces de la generalidad la esperanza contaría con un asidero, pero también en el círculo próximo se impone la corrupción, el egoísmo, la calumnia, la trampa, la deslealtad.
El único valor que por todos es aplaudido consiste en el poder y el éxito obtenido al más bajo precio, la habilidad para disimular la trampa que conduce al éxito. Pero aun este bien ficticio, que por su naturaleza puede alcanzar a muy pocos, se convierte en desencanto cuando se experimenta su irrealidad.
La falta de la experiencia del progreso del bien en la sociedad constituye el mayor desencanto contemporáneo para las mentes intelectualmente activas. ¿Hasta qué punto sigue teniendo vigencia la misma noción de bien? se cuestionan algunos pensadores. ¿No corresponde la misma noción de bien a un nominalismo caduco? pero si ello es así ¿qué espacio queda para la vigencia de la ética?
Responder a estas cuestiones abriendo un espacio para la consideración de la filosofía es quizá el itinerario para el rearme moral del hombre contemporáneo que: o bien se alimenta de su rebeldía ante la ineficacia de su compromiso, o bien ya hace tiempo que claudicó de cultivar ideales.