YO Y LOS OTROS
El individualismo que impera en la civilización occidental tiene dos causas, una material y otra sicológica. La material es consecuencia de la seguridad ambiental en que se genera el desarrollo de la persona desde su infancia. La necesaria relación de asistencia que precisamos todos para sobrevivir ha sido asumida en tal manera por la sociedad que parece que nadie necesita de los demás para cubrir sus necesidades materiales, lo que es absolutamente erróneo pues la sociedad no es más que: los otros.
La segunda causa apuntada es mucho más relevante, aunque puede pasar desapercibida, porque afecta a la misma esencia del ser humano. La disputa filosófica sobre la naturaleza social del hombre es tan antigua como la historia de esa disciplina. Presocráticos, Aristóteles y epicúreos se contradicen, con diversidad de argumentos, sobre la identidad y finalidad de la tendencia del ser humano a vivir en comunidad.
Desentrañar la esencia del ser es el objetivo fundamental de la metafísica, pero también constituye su más arriesgado desafío por lo que la entidad del
ser manifiesta de primaria unidad. Entender lo que la naturaleza del ser
humano tiene entitativamente de social coloca a la metafísica en condiciones de ser contestada por la sociología, sin que el juicio crítico deslinde lo que a cada ciencia le corresponde descubrir.
La sustancialidad material de la persona alcanza una misma primera
dimensión social conforme a su especificación, igual a la de los animales semejantes, por la forma de reproducción. La individualidad se proyecta por
una tendencia de naturaleza a la relación para la conservación de la especie. El ser en sí, la percepción de la propia entidad como unidad existencial, en su sexualidad conoce el influjo de una función, su naturaleza le marca el más primario elemento social: la relación sensible con otro ser semejante. Esta determinación sensorial a la relación puede ser criticada sobre si corresponde a un auténtico acto social, pero es el primero que en el orden de la naturaleza se encuentra.
La reproducción vincula materialmente, con más o menos dependencia según las especies, las crías a los progenitores. La percepción sensual de la atención prestada por requerimiento del nuevo ser constituye en la naturaleza un nuevo vínculo social: la relación paterno-filial.
El tercer estado de relación en la naturaleza material en el que se halla un vestigio social es en la agrupación para la defensa derivado del instinto de conservación ante el peligro exterior.
Estos tres modos de relacionarse son los que podríamos decir se deducen de la naturaleza en el orden del ser. Podría discutirse una cuarta forma: la colectivización para el sustento, como se da en numerosas especies -abejas, hormigas-, pero la misma parece más una relación derivada de la evolución de las especies que de la misma naturaleza del ser animal individual.
Si por orden material de trascendencia social el hombre comparte con las demás especies animales la escala: pareja, familia, clan; en el orden sicológico, desde la razón, su perspectiva de la sociedad es bien distinta.
Para un ser dotado de entendimiento su dimensión social es consecuencia de su libertad. Actos humanos son aquellos a los que una persona se adhiere, al menos implícitamente, por eso la percepción sicológica de la sociedad para el hombre se desdobla entre el grupo en el que se está por necesidad y el grupo al que se pertenece con voluntariedad. De ahí deriva consecuentemente la valoración de las relaciones interpersonales en el ámbito social. Intelectualmente el otro es para mí según una escala de aceptación de la relación; según me conviene material, laboral, familiar, sentimentalmente... de acuerdo al grado de conformidad o realización que encuentro en esa relación se constituye como accidente de mi sustancia.
La sociabilidad para el hombre se resume en una relación de dos coordenadas: en una se desarrolla su instinto hacia la unión y en la otra se intelectual iza el valor intrínseco de los demás y se construye la adhesión a la sociedad según pautas de selección.