PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 14                                                                                                      MAYO-JUNIO  2004
página 9
 
 

SOLIDARISMO

 
La insatisfacción que nos puebla a Ibero América respecto a las ideologías de los partidos tradicionales nos está induciendo a volver la mirada hacia una corriente que contribuyó eficazmente a la reconstrucción de la Europa de posguerra y que algunos sociólogos han dado en denominar solidarismo.
La esencia de esa tendencia es: trabajo y solidaridad. La primacía de la necesidad de reconstruir un continente arrasado por la guerra no priva en nuestra tierra, pero la acuciante demanda de luchar contra la pobreza asemeja el cuadro de urgencias.
La praxis solidarista -que no gusto de llamar ideología- se fundamenta en el trabajo como generador de riqueza y en la justicia de la construcción de un estado social.
La diferencia que marca esta corriente política está en que en sí no tiene por objetivo construir el estado del bienestar sino el estado social, entre cuyas notas está no sólo el que los ciudadanos tengamos por igual unas adecuadas coberturas de protección social, sino que además, por justicia, se considere prioritaria la extensión de la solidaridad con los otros pueblos.
El solidarismo pivota sobre la libertad: de creación, de empresa, de información, de enseñanza... pero no se identifica ni con el individualismo que postula el liberalismo, ni con el colectivismo que defiende el socialismo radical. Ese espacio de centro que parece desaparecido en Ibero América es quizá nuestra única referencia de futuro, pero ¿cómo construirlo? Quizá con el recurso a revitalizar algunos de los principios que conformaron esa corriente del solidarismo:
1. Distinción entre progreso y consumo. La sociedad occidental está articulando su economía sobre el consumo, pero sería necesario distinguir entre consumo útil y superfluo: El que cubre necesidades sociales y el que sólo entretiene un capricho.
2. Distinción entre globalización de una economía que compite de acuerdo a los intereses de los estados poderosos o un mercado justo que contemple el derecho de las economías locales.
3. Distinción entre las políticas económicas estatales que se articulan desde el equilibrio del gasto público para generar solvencia, a las que asumen un endeudamiento súbito fruto de la irresponsabilidad en la gestión.
4. Distinción entre la prioridad de la educación como eje profesional de todo desarrollo y la frivolidad cultural importada del mundo que vive de espaldas a los problemas sociales.
5. Distinción entre persona, sujeto de derecho, e individuo como elemento de masa social.
6. Distinción entre investigación y desarrollo, aplicado a la real necesidad del país o ajustado al interés de una minoría oligarca.
En sí todo el solidarismo lucha por la consolidación de un marco de derecho real para todos los ciudadanos que permita desarrollar los valores personales en igualdad de oportunidades frente a los antiguos privilegios económicos o de poder vinculados a colonización, aristocracia, casta, religión, etc. la misma idea de solidaridad en el respeto mutuo trasciende desde la propia comunidad a las relaciones vecinas, a los países limítrofes, al continente, al mundo.
Nuestra cultura indígena nos legó una dimensión afectiva de lo social que otras civilizaciones ya olvidaron. Por eso la genuina Ibero América, tan sensible al comunitarismo, choca con las tesis individualistas herencia de la ambición colonialista. La síntesis política al enfrentamiento entre la mayoría marginada y la minoría poderosa encuentra en el solidarismo la perspectiva liberadora, aunque la asunción de que la esperanza queda vinculada a nuestro entusiasmo por el trabajo nos exija reflexionar sobre nuestra propia personalidad.