CONTRADICCIÓN, HIPOCRESÍA
Una de las grandes limitaciones de la personalidad la representa la hipocresía. Definida en castellano como: fingimiento de calidades o sentimientos contrarios a los que verdaderamente se tienen o se experimentan, para la sicología filosófica comporta mucha más trascendencia que la mera contradicción interior, por la influencia patológica que el fingimiento continuado ejerce sobre la personalidad.
Mientras el fingimiento puede ser considerado un acto, la hipocresía es una actitud. Los hábitos operativos que se construyen sobre la evaluación sucesiva del rendimiento positivo de las acciones se conforman éticamente en proporción inversa a la valoración objetiva de los mismos. En la medida que el subjetivismo se adueña de la verificación de las condiciones de verdad de los actos, el juicio se aleja más de la realidad y la persona construye progresivamente una estructura de razón en la que se hacen compatibles los opuestos morales.
La contradicción es condición irrenunciable al raciocinio humano ya que la distinción de las condiciones de verdad en los juicios no es evidente, y sólo tras la serena reflexión se llega a ahondar en las certidumbres que las proposiciones encierran. La contradicción es reflejo de la limitación intrínseca del ser humano y es, por tanto, una situación habitual a la que ha de enfrentase la personalidad en su sucesiva maduración. En la medida que la contradicción es conocida por la mente como tal, se está en disposición de progresar hacia la verdad, porque la duda alerta sobre la verosimilitud de las proposiciones e incita a un dilatar la decisión hasta un estudio más pormenorizado y riguroso. Todo este proceso ayuda a forjar la personalidad hacia su fin propio inmaterial que es la conformación con la verdad.
La hipocresía, por el contrario, supone un acomodo en la contradicción que niega a la persona el acceso al dominio de la verdad por la compatibilización de los contrarios, que necesariamente aboca en asumir una tesis que afirma y niega la realidad de un mismo hecho causal según la conveniencia de su aplicación. De esta manera, la referencia a la verdad objetiva no sólo es subjetivada, sino que exige la complicidad para vivir una doble moral.
El acercamiento sucesivo a la verdad que ha de realizar la razón conduce con frecuencia al error, o sea, que el juicio confunde la realidad de la verdad, aunque su prospección es éticamente correcta porque busca la verdad.
La mentira que fundamenta la hipocresía consiste en el desdoblamiento de la contemplación de la verdad, en la que se conoce su realidad objetiva y el beneficio subjetivo de su burla.
El influjo paranoico del hábito de la hipocresía en la personalidad proviene de la necesidad de negar a la propia mente su fin de intuición interior de la verdad. En el caso de la esquizofrenia la mente advierte una pérdida de dominio de la libertad, las realidades de razón contrapuestas se escapan al dominio unitario de la mente, de modo que el influjo patológico resulta determinante sobre la voluntariedad de los actos.
Frente a la síntesis que propone Hegel como resolución superadora de tesis y antítesis, en el caso del hábito hipócrita la malformación patológica sobreviene a la mente por la consecutiva justificación de la contradicción que, con el tiempo, mina la intuición mental para el ejercicio de su último fin de conocer la verdad y obrar el bien.