NUESTRA CUBA
El último bastión del comunismo en occidente es el estado cubano surgido de la revolución marxista, a la que a pesar del desencanto ideológico universal sigue siendo fiel.
Cuba constituye hoy en día una verdadera sociedad sobre la que contrastar las tesis de juicio social de lo que supuso el siglo XX para la humanidad. Desde la fidelidad forzada al mayor romanticismo se dan cita en esta isla, donde la generación revolucionaria tiende a su fin y el relevo no entiende que no haya alternativa a su marginación en un mundo universal en progreso.
La desaparición de la esfera de influencia de la URSS ha dejado a Cuba sola ente el peligro exterior y el peligro interior. El cubano hoy está presionado por la potencia imperial de US, pero no menos por el permanente control del propio estado. Es Cuba uno de las mayores experiencias de postergación de la libertad personal.
El temor al mal supuesto del imperialismo continental nos reduce a ser despojados de una auténtica y libre participación en la construcción de nuestra patria. Sólo la falta de confianza en el pueblo cubano justifica la ausencia de verdaderos medios libres de participación.
La revolución quedó atrás, en los años en que quizá fuera necesaria e imprescindible. Hoy nuestra Cuba es distinta, gozamos de un buen nivel cultural y el pueblo está capacitado para dirigir su propio destino.
Si hace medio siglo el protagonista fue el pueblo que marchó a las montañas, hoy el protagonista del futuro siguen siendo las gentes del pueblo que tienen en su conciencia hacia donde dirigir el cambio. Un proceso que se encuentra detenido en las administraciones, pero que está vivo en las voluntades de la mayoría de los ciudadanos.
Democratizar supone el reconocimiento del derecho individual a la participación directa en la construcción del sistema, sin renunciar a la historia, pero sin mayor condicionamiento histórico que la lección de los mayores. En los años de la revolución hemos tenido éxitos y fracasos, nuestros comandantes han acertado y errado, pero el proceso histórico no tiene más salida que retornar la soberanía directamente al pueblo, superando las mediatizaciones que hace décadas quizá fueran necesarias.
Cuba puede dar una nueva lección al mundo. Ser capaz de establecer desde la democracia los fundamentos de la solidaridad en un sistema libre y social. El reto es doble: frente al inmovilismo revolucionario y frente al imperialismo. Ese camino solidario de progresar entre el socialismo alienante y el liberalismo segregador es la inquietud que se crece latente en los ciudadanos más concienciados. Cuba, que ha resistido como un pueblo unido, no puede mirar al futuro sin contemplar su propia idiosincrasia de fraternidad. El cambio ha de realizarse sin crear marginación, sin exclusiones, sin rencores, pero con determinación.
Frente al temor de tantos a caer en la marginación por la irrupción de la ansiedad capitalista por hacerse con el control de la isla, la esperanza no puede estar más que en el propio pueblo y en el ánimo de todos por conseguir lo mejor para todos.
El siglo XXI necesita introducir importantes reformas en el diseño de un sistema político social más acorde con los legítimos derechos y aspiraciones de las naciones en proceso de consolidación del desarrollo. El ejemplo del siglo anterior cargado de guerras y destrucción no es el mejor ejemplo. Nuestra Cuba tiene la oportunidad de ser pionera en el camino del respeto a la solidaridad y la justicia desde la libertad.
¡Qué pronto nuestro anhelo sea una realidad!