COMUNITARISMO
El complejo sistema de ordenación de la sociedad a lo largo de la historia ha seguido principalmente tres tendencias:Todas ellas se encuentran en cierto modo presentes en todas las estructuras políticas de la historia, pero la hegemonía de una u otra establece la marca del sistema en cada época.
- La división territorial.
- La adscripción personal.
- La comunidad natural.
Aunque parece que es la división territorial la más común de las formas de ordenación de la sociedad, la más antigua es la comunidad, que constituyó los tribus generadas sobre los lazos de consanguinidad y parentesco formando las más remotas sociedades con un mínimo ordenamiento político.
La adscripción política a una persona se impuso en las dinastías monárquicas y en los imperios. La política se estructuraba en torno al dominio de una jerarquía de poder sobre los súbditos, sobre quienes, según los casos, dependía distintos grados de vinculación.
En casi todas las estructuras políticas se halla la demarcación territorial que determina el espacio físico de poder. La excepción se encuentra en las comunidades trashumantes y en otras estructuras comunitarias que extendidas por diversos territorios mantuvieron la dependencia de jerarquía.
Una cierta corriente sociológica germinada en los ideales románticos plantea concienciar a los ciudadanos que su mayor vínculo social es el que se debe a sus relaciones más personales, como son las de familia, parentesco, etnia o religión. Desde ese postulado reivindica el protagonismo político de las comunidades emanado desde profundas raíces sentimentales.
La exacerbación del nacionalismo por la definición del pueblo en la oposición entre los conjuntos de nacionalidad/no nacionalidad, la determinación de la religión como marca social, la prominencia de la raza, la estratificación por clases son tendencias que buscan acentuar el valor de una comunidad en sí frente a la del conjunto formado por la simple adicción del derecho personal de los ciudadanos.
El peso moral de los principios democráticos que estructuran la sociedad sobre la demarcación territorial definida por el libre ejercicio de sus ciudadanos es contestado por el comunitarismo por el riesgo de desintegración de lo que se considera prioritario en la definición de las personas: sus raíces. Solamente -defiende esta tendencia- con el ejercicio democrático, pero dentro de cada comunidad, se garantiza la persistencia de las genuinas formas de cada sociedad.
Los escollos sociales que se presentan son esencialmente dos: La casación entre los hábitos sociológicos de la comunidad y las exigencias de los principios democráticos, y la integración política de las distintas comunidades para la efectiva protección del derecho personal de cada ciudadano.
No es extraño que las comunidades, por su conservadurismo que las mantiene como tales, presenten estructuras arcaicas que suponen una incompatibilidad con los derechos sociales desarrollados en el último siglo. La jerarquización, por ejemplo, supone estructuras de hecho que favorecen el liderazgo y la manipulación de las conciencias.
El ejercicio del comunitarismo no exige de por sí la renuncia a la propia libertad. La adscripción a la comunidad, ya sea de religión o étnica, siempre se sostiene como libre, y desde ese postulado no se puede denunciar como fraudulenta a los fundamentos del derecho. Lo que también es cierto es que en la práctica la dependencia sicológica del grupo es tal que en muchos casos se puede hablar de un empeño de la propia libertad.
Aunque se pueda argumentar en favor del comunitarismo la conservación de la cultura histórica, también se puede aducir cómo la segmentación por comunidades constituye guetos que se oponen a la concepción del progreso cultural que auspicia la integración de los distintos proyectos en nuevas formulaciones que presenten un carácter universal.
Aunque para muchas mentalidades abiertas la idea del comunitarismo parezca irrelevante, las muestras del mismo que se manifiestan a diario en la vida política no deben dejar de fijar la atención de ello y buscar el mejor modo de racionalizarlo a un sistema de entendimiento y comprensión universal. Las confrontaciones de católicos y protestantes en Irlanda, las absolutas intolerancias de judíos y árabes en Israel, la escisión chipriota, son algunos ejemplos de nuestro entorno que no se pueden obviar.
El sistema, por tanto, no sólo debe trabajar en mantener las estructuras sociales democráticas sino no cejar de invertir un sinfín de esfuerzos para que la promoción de la educación conciencie a todos los ciudadanos a la relativización de las normas de la propia comunidad en favor de la revalorización del derecho igualitario universal.