DESDE FREUD A LA PEDERASTIA
No se conoce bien si la pederastia es un fenómeno creciente de nuestros días, o si son los medios de comunicación los que han denunciado un viejo problema. Lo que parece evidente es que la accesibilidad a la tecnología de los nuevos tiempos, que permiten viajar física y virtualmente a otros paraísos, facilita el desarrollo de esa perversión.
Al margen de los casos de patologías psicópatas, parece hallarse instalada en determinados ambientes una mentalidad permisiva que pretende justificar actividades exclavizantes sexuales con retórica de naturalismo. Se interpretaría la plena libertad sexual como una exigencia de la naturaleza ignorando que la libertad en el hombre se sigue del dominio de sus actos por la perfección del conocimiento.
Las corrientes freudianas, no siempre bien entendidas e interpretadas, han servido para construir una conciencia laxa en considerar el despertar a la sexualidad como un juego que debe ser enriquecido y potenciado como medio para eludir los futuros traumas mentales de inseguridad e insatisfacción. Recurren pues, algunos, al naturalismo para que la expresión corporal íntegra, incluyendo la sexualidad, se potencie y no reprima durante la niñez y la pubertad.
Esta corriente bastante extendida, aunque disimulada y discretamente oculta, ha influido sobre estamentos educadores y próximos en acceso a niños, a veces los mismos padres, a trasladar la propia mentalidad hedonista como interpretación de las tendencias afectivas de los pequeños, de modo que donde no existía más que afectividad infantil algunos han querido leer brote sexual en cuya satisfacción sólo realizaban sus deseos, ajenos por completo a la psicología del menor.
El trauma sexual que Freud denuncia como origen de los desequilibrios psicológicos en la madurez puede estar originado por la represión que niega la experiencia sensorial a una realidad plenamente conocida e idealizada en la mente, pero mucho mayor puede ser el trauma originado por el despertar desajustado que sigue a la experiencia de una relación inducida.
En el momento actual de difusión incontrolada de imágenes que penetran todos los ámbitos de la sociedad liberal, la pasión sexual se despierta en los sentidos con posterioridad a la intuición imaginativa derivada de la percepción exterior. Desde bien pequeños los niños, muy posiblemente antes que sus mentes puedan adecuadamente interpretarlos, perciben indicadores de la sexualidad que no corresponden simplemente al naturalismo, porque en la sociedad los contenidos sexuales se trasmiten cargados de hedonismo.
Los tolerantes con las prácticas pederastas no violentas intentan sustentar en esa difusión global de una cierta excitación sexual la necesidad de dar respuesta a la ansiedad que la misma pueda trasmitir a niños y adolescentes mediante la comunicación de experiencias sensibles. Tratarían de disimular su propia pasión en la necesidad de dar respuesta a la naciente intuición sexual como un acto de naturalidad propio de una relación más en el acompañamiento destraumático de la educación.
Lo que algunos no alcanzan a entender en el desarrollo de las teorías de Freud es que el trauma sexual de la infancia o juventud proviene de una injerencia exterior sobre el proceso natural de maduración de la propia sexualidad, que como todo en el hombre forma una unidad global con el desarrollo del conocimiento y la personalidad. El trauma se deriva del conflicto creado entre la propia experiencia interior y la irrupción de un agente exterior que genera un punto de inflexión en ese desarrollo psicológico. Lo propio de la sexualidad en la época de la pubertad es la experiencia personal. La sexualidad tiene tanta trascendencia en la configuración de la personalidad que tiene que seguir un camino íntimo en cada adolescente, ser él quien descubra la sexualidad en su cuerpo. Serán sus juegos con los amigos, las relaciones con sus iguales, con la curiosidad y la imaginación como compañeras, lo que le harán descubrir la sexualidad en un marco de interpretación y comprensión de la realidad adecuado a su conocimiento.
El trauma psicológico de la represión, del que tanto se ha hablado desde las tesis freudianas, tiene su origen en la contradicción entre desarrollo mental y sexual. Cuando se reprime por el temor o con el castigo la interpretación interna del papel de la propia sexualidad en la concepción formalizada de la vida es cuando se genera el desequilibrio emocional. Pero el mismo se produce en mayor escala cuando se trata de un influjo externo que viene a alterar violentamente el desarrollo de las personales experiencias.
El juego de la libertad humana exige que las emociones y experiencias se articulen al nivel de conocimiento y desarrollo mental. Dado que el juicio o decisión propia se origina en la mente, es fundamental que la propia sexualidad responda a las adecuadas percepciones y a las imágenes y sentimientos del mundo interior y no a la violencia mental que se sigue de los actos de excitación provocados por quien se sugiere con cualquier clase de autoridad moral sobre el niño o adolescente.
La pederastia o satisfacción sexual con menores, en cualquiera de sus grados, no puede por tanto enmascararse en la defensa de un naturalismo de libre sexualidad que permita cualquier clase de relación desde los educadores o allegados, porque lejos de ahuyentar la formación de posibles traumas los genera directamente por la contundencia de ese influjo en el desarrollo armónico de maduración del ser humano.