PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 17                                                                                                      NOVIEMBRE-DICIEMBRE  2004
página 7
 
 

PATERNIDAD RESPONSABLE


Ser padres cada vez parece más difícil, cuando en realidad debería ser al contrario, porque ahora que existen más medios de desarrollo y somos algo más ricos es cuando debería estar más accesible y ser más apetecible.
Los hombres y las mujeres miramos más nuestras vidas, y con frecuencia no percibimos el valor de ofrecer esa realidad a una nueva criatura. También en la disminución de la natalidad influye la mayor facilidad del control de la fertilidad. Para algunos se ha convertido en un temor a la responsabilidad y para otros en un exceso de celo y mimo sobre el hijo que tienen, de modo que calculan que todo cuanto dieran a otro niño se lo habrían de restar al llegado con anterioridad.
Me gustaría hacer hincapié en esta última situación mencionada por lo de contradictoria que puede ser en sí misma. La paternidad asumida con responsabilidad significa asumir el esfuerzo para proporcionar a  los hijos lo mejor. Esto responde a una propiedad tan intrínseca de la paternidad que la mayoría de los padres lo hacemos con la mayor naturalidad y sin que suponga un mérito especial en nuestra vida. Lo complicado es llegar a conocer qué es lo mejor para nuestros hijos y cómo hemos de obrar para conseguirlo.
Con mucha frecuencia se plantea la responsabilidad paterna desde los parámetros materiales de lo que podremos ofrecer a los hijos y olvidamos que el mundo de los afectos interiores de nuestros hijos, hasta que -quizá ya tarde- observamos un apegamiento a los bienes que les hemos proporcionado y un desarraigo hacia nosotros mismos. Son los hijos productos de la mentalidad materialista que nos envuelve y de la que es posible que ni nos demos cuenta que nos domina y se manifiesta materializando lo mejor de lo nuestro.
Con alguna frecuencia deberíamos pensar que el mejor bien con que podemos dotarle a un hijo es que sea persona, y para ello lo primordial es que sea capaz de cultivar los afectos, la sensibilidad, la relación.
Los niños necesitan exteriorizar su mundo interior en base a compartirlo y desarrollarlo en la relación interpersonal, al estilo de los mayores. El hijo que crece en una casa en la que sólo hay personas mayores se desarrolla sin potenciar una capacidad de su personalidad que es fundamental para su futuro: la sociabilidad. El juego es el ámbito de desarrollo de las virtudes ¿y con quién juegan los hijos únicos?
A la hora, por tanto, de valorar lo que es la paternidad responsable conviene pensar si no es la soledad el peor regalo que podemos hacer a un hijo. Planificar la familia de hijo único por razones de dotación supone negar al hijo la enriquecedora compañía de los hermanos, dejarle en herencia una familia corta en la que sus hijos no tendrán primos y ellos no tendrán sobrinos.
A la primera vista podremos pensar que le hemos proporcionado más medios, pero muy posiblemente no hemos sopesado que de mayor gozará de menos recursos de familia en quien apoyarse tanto para las posibles necesidades materiales como sicológicas.
A mí me parece que es bueno reflexionar, si realmente queremos ejercer la paternidad responsablemente, que el mayor bien que podemos proporcionar a un hijo es un hermano. Porque lo peor sería que errásemos queriendo hacerlo lo mejor posible.