PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 18                                                                                                      ENERO-FEBRERO  2005
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INTOLERANCIA EN EL SISTEMA


El sistema democrático ha venido a sustituir todas las formas autoritarias y monopolizadoras del poder mediante el otorgamiento a cada ciudadano de la porción de decisión y responsabilidad estatal que ejerce mediante el voto. Como sistema la democracia es perfecta en cuanto que reconoce la esencia de libertad que radica en la persona y la esencia de igualdad sin discriminaciones entre todos los individuos que conforman la comunidad.
Sin embargo, la realización política de la democracia presenta muchas deficiencias que merecen un análisis si no se quiere caer en el grave error de condenar el sistema por cuanto deja de prestar en su realización respecto a las expectativas creadas.
Juzgar un sistema debe hacerse según la consideración que merezcan:
  1. Su filosofía.
  2. La coherencia en sus estructuras internas.
  3. Su aplicación.
En el análisis de la filosofía de lo que la democracia como sistema político ofrece a los ciudadanos el fundamento principal está en la doble vertiente de la libertad que reconoce el sistema:
  • Libertad de participación social.
  • Libertad de la esfera personal.
Una democracia de ciudadanos libres en la que como tales todos tienen el derecho a la participación creativa de la estructura comunitaria y en la que la privacidad es respetada como la más genuina expresión de la libertad personal.
Es en esta esfera del ejercicio de la libertad individual donde la filosofía de la democracia encuentra la mayor aceptación teórica y la mayor constricción práctica, porque muchos grupos caen en le tentación de uniformar moralmente a las personas según sus propias convicciones, de modo que concluyen en confundir la libertad por el conflicto mental entre lo que el hombre es y lo que debiera ser.
La coherencia de las estructuras internas de la democracia tienden por su naturaleza al respeto de la libertad según la libre expresión de las mayorías de los ciudadanos. Esta estructura se enfrenta, sin embargo, a la difícil conjugación de lo que determina el entramado de disposiciones públicas sobre el ejercicio de la libertad personal. Hasta dónde puede inmiscuirse la colectividad sobre la individualidad es el gran debate sociológico de la democracia como definitivo valor social.
La liberación del hombre de la esclavitud moral es el mayor logro de la sociedad moderna sobre el Antiguo Régimen, en el que el absolutismo del consorcio del poder religioso y político invadía la esfera de la libertad humana. La responsabilidad individual, con suponer su mayor riesgo, es el máximo activo de la democracia. La estructura de la democracia será tanto más legítima cuando avale la aplicación de esa libertad individual responsable.
El ejercicio efectivo de la democracia se revaloriza en función de que sus actos se ajusten a una estructura legítima y que ésta se identifique con la filosofía fundamental de la misma. La percepción de esta realización es la que contribuye a la afirmación ciudadana respecto al sistema.
El gran escollo de la democracia radica en la mentalidad personal para asimilar la cultura de la libertad. Cuando cada cual se toma a sí mismo como referencia ideológica de la verdad de lo que el hombre es, se hace difícil aceptar concepciones distintas de valores sociales. La aceptación de los principios de respeto a la diversidad es un proceso de maduración intelectual que fundamenta la consolidación del enraizamiento de la convivencia democrática.
La herencia ideológica del viejo régimen en lo que concebía al poder político de garante de una conciencia moral colectiva no ha desaparecido de los grupos más conservadores que siguen atribuyendo al Estado el referente de gobierno de las conciencias individuales. Desde esta perspectiva la democracia se articula como la balanza de poder para lograr la hegemonía de las propias convicciones.
Utilizar la estructura del sistema democrático para lograr lo que la filosofía del mismo rechaza ha sido una de los recursos habituales de los grupos de presión ideológicos que reconociendo el juego de las libertades sociales estima como peligroso el arbitrio de la libertad individual. Esta instrumentalización de la esencia democrática se hace tanto más patente cuando se concibe como viable que las mayorías gocen del privilegio de interpretar y recortar las libertades ciudadanas.
La intolerancia con lo distinto del propio pensamiento y el temor a la prospección de las nuevas formas de relación, que constituyen la defensa del bienestar en le pensamiento conservador, está dañando seriamente la credibilidad de la democracia como sistema de progreso porque disimuladamente frena la creatividad social que, como se ha demostrado en los últimos siglos, sigue a la actividad de la libertad personal.
A los pueblos nos queda mucho que profundizar en la democracia para hacer de ella el sistema justo que ampare por igual los derechos de todos los hombres. Este sistema de libertad ha de optar por no inmiscuirse en los comportamientos personales que no transgredan derechos ajenos, por más que nos puedan parecer originales y desarraigados, porque una de las perspectivas de la democracia ha de ser facilitar la convivencia en un universo de comportamientos globales.
La confianza mundial en el sistema se debilita cuando tantos Estados, que en su estructura interna siguen los principios democráticos, en las relaciones internacionales hacen prevalecer su autoritarismo por el poder de las armas o el económico sin reconocer a los otros pueblos la dignidad de su soberanía popular. Esa intolerancia en el derecho internacional es el reflejo de la verdadera mentalidad de muchas gentes de las grandes potencias para quienes la democracia como sistema de relaciones humanas sólo es válido mientras les facilite la hegemonía de su poder.
Contra los intolerantes dentro del sistema queda la esperanza del progreso cultural, porque se vislumbran signos de que proporcionalmente los ciudadanos progresan en su experiencia de la libertad más tolerantes y racionales son sus comportamientos con la libertad de los demás.