MOVIMIENTO DINÁMICO
La expansión del universo parece ser uno de los mayores enigmas científicos del que apenas somos conscientes de lo que para nosotros significa.
El continuo movimiento, que ya a los filósofos presocráticos inquietaba, es quizá una de la realidades cosmológicas que más trascendencia tiene para la vida, pues en ese fundamento se desarrolla la transformación de la naturaleza con sus movimientos dinámicos que tan caprichosamente nos atropella.
El hábitat humano no es un espacio de quietud sino de actividad, igual que el hombre mismo está en continua transformación, bien se considere el proceso de cambio en la persona o al grupo social. El continuo movimiento que genera la vida y la muerte envuelve y condiciona al hombre en su existencia.
La dinámica del hábitat supone glaciaciones, diluvios, desertizaciones, terremotos, erupciones volcánicas, impactos entre asteroides, etc. Toda una amenaza que nos asusta con sus peligros, pero que, de alguna manera, justifica los cambios que condujeron a la extensión de la vida.
Sentada esta ley que establece fuera del alcance del poder del hombre el control del cosmos, sería el tiempo de que reflexionara sobre si su comportamiento no influye tanto más negativamente que la misma naturaleza a la generación del caos. Quizá el hombre se esfuerza por escapar del influjo catastrófico de la dinámica natural y no termina de ser consciente de que su comportamiento quizá también empiece a ser determinante para su propia supervivencia o seguridad.
La dinámica espacial, a pesar de la tensión que exige todo movimiento, semeja conservar un cierto equilibrio, muy posiblemente debido a que la magnitud de su dimensión origina que respecto al momento parezca que todo apenas cambia. Ello quizá preserva al hombre de una mayor inquietud en su vida.
Pedro el factor de desequilibrio que la humanidad está comenzando a generar con su dominio de la naturaleza podría adquirir un cariz mucho más preocupante en cuanto que los influjos de alteración se producen en espacios de tiempo muy similares a los de su ritmo de vida. Las modificaciones que el comportamiento humano está proyectando sobre la naturaleza directamente le afectarán en el breve espacio de algunas generaciones. La dinámica de cambio por el influjo del hombre está adquiriendo un ritmo tan parejo a sus parámetros que comienza a ser preocupante.
La tala de bosques, el recalentamiento atmosférico, la descompresión por el afloramiento de hidrocarburos, la contaminación ambiental son factores cuya influencia negativa sobre el hombre no parece que vaya a desarrollarse en eras, sino en escasos siglos.
El distinto ritmo de transformación entre lo que el movimiento cosmológico entraña y lo que los hombres gestamos debería hacernos tomar en consideración ser mucho más precavidos ante nuestras actitudes ecológicas, buscando un mayor equilibrio entre desarrollo y conservadurismo. Es muy probable que cuando el mal esté hecho y palpables sus efectos no quede tiempo para a un mayor ritmo aún aplicar las políticas regeneradoras que la humanidad alcance a exigir.
Que la vida sea un proceso temporal dentro de la ilimitada existencia del universo puede que sea una realidad cósmica, pero que sea el hombre quien la limite representaría su mayor torpeza.