SISTEMA Y ESTRUCTURA
Los campos semánticos de las formas lógicas de sistema y estructura presentan una zona de interferencias que, cuando se emplean en la predicación filosófica de la teoría social sobre las ideologías, propicia cierta confusión, pues con frecuencia se habla de estructura cuando formalmente se está haciendo referencia al sistema, o se critica el sistema cuando en verdad las objeciones que se aducen inciden en deficiencias meramente estructurales.
El sistema esencialmente es un conjunto de principios relacionados que gozan de una ordenación propia tan coherente que justifican que como conjunto pueda ser considerado como una forma de valor formal unitario. El sistema goza de una esencia orgánica en el que cada elemento compromete su valor según la función que desempeña en su relación con los demás. Cada elemento, aunque tiene su ser propio, dentro del sistema su valor se supedita al que desempeña en el orden global del conjunto. Es la coherencia del sistema la que como unidad asigna el valor relativo a cada elemento en función de sus dependencias de relación.
Una estructura se constituye por un conjunto de aplicaciones que propician la movilidad orgánica de un conjunto de elementos. Las estructuras estáticas comportan aplicaciones ordenadas al sostén de una esencia. Las estructuras dinámicas se especializan en las aplicaciones que cada esencia realiza en el sistema global.
Cuando aplicamos sistema y estructura a una ideología, en un espectro social, el primer término define el conjunto de principios esenciales y predicacionales formales de sus elementos secundarios que coherentemente considerados justifican una teoría de modo de ser de la sociedad. Por estructura, en cambio, debemos asumir el conjunto de dependencia de las aplicaciones para efectivamente realizar en un marco espacio temporal una ideología determinada.
En la crítica de toda ideología hay que identificar lo que son los formantes del sistema y lo que son aplicaciones estructurales. Solamente en el juicio de esta diferenciación se puede proceder a una correcta crítica de la ideología, pues las deficiencias del sistema no pueden ser corregidas con reformas estructurales, ni la deficiente aplicación estructural puede llegar a poder poner en duda la legitimidad esencial del sistema.
El gran problema se plantea en que cada una de estas dos esferas de toda ideología debe ser reducida desde el saber de una ciencia distinta y estudiadas como objeto propio por dos disciplinas independientes.
El sistema, como esencia, es objeto de la filosofía social, que estudia la realizaciones formales de las esencias que competen a las relaciones interpersonales y su coherencia con el orden global. La filosofía social reduce los distintos contenidos de cada ideología y analiza los contenidos y condiciones de verdad respecto a lo que constituye la esencia del ser humano y su entorno natural. Sólo y en cuanto exista, o no, oposición entre los contenidos esenciales ideológicos y la naturaleza propia del hombre y el cosmos se puede criticar el valor de una ideología para satisfacer al hombre y a la humanidad en su más radical exigencia de realización.
La estructura, como aplicación, es objeto de la sociología, que estudia la verificación de los actos sociales respecto a los objetivos que los ordenan, valora el grado de realización, analiza las causas de las variaciones y la idoneidad de los métodos aplicados.
Mientras que el sistema es pura especulación del hombre sobre el significado del mundo, la vida y el cosmos, la estructura juzga al hombre en su capacidad práctica para ejecutar un proyecto.
Toda ideología como sistema no tiene por objeto propio sino la verdad. De acuerdo a como el hombre no crea el mundo sino que es objeto del mismo, las ideologías no pueden cosntruirse de espaldas al orden total sin un grave riesgo de contradicción. La definición moral de toda ideología compete a las condiciones de verdad de su sistema. En cambio, la valoración ética de una ideología se seguirá de que las personas que asumen la responsabilidad de ejecutar su aplicación lo realicen con voluntad permanente de ejercer el bien.