PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 2                                                               JUNIO-JULIO 2002
página 4


PERSPECTIVA SOCIAL DEL TRABAJO


La evolución del trabajo doméstico al industrial y la consolidación de la moneda como sistema de intercambio de prestaciones han favorecido que el hombre haya relajado el sentido del trabajo como el esfuerzo para utilizar los recursos de la naturaleza a su servicio.
Anteriormente al proceso de industrialización la relación entre el hombre y el objeto de su trabajo era mucho más inmediata; se percibía el fruto directo del trabajo al conseguir objetivamente un bien necesario para satisfacer una necesidad.
La misma naturaleza social del hombre le condujo a buscar una cierta especialización del trabajo como medio de mejorar los rendimientos, estableciéndose el trueque posterior de los respectivos bienes producidos. La especialización supuso la necesaria consolidación social y el surgimiento de una básica economía de mercado.
El desarrollo de la economía social y la aportación de la técnica, que abrió paso a la industrialización, produjeron el efecto de un mayor distanciamiento entre productor y el bien producido y una estructura económica cada vez menos controlada por el trabajador.
La economía liberal, que constituyó como principal el producto, relegó al productor como un elemento más del proceso productivo, desfigurando la perspectiva del hombre como sujeto promotor de todo el proceso social de trabajo-intercambio. Se han volteado los papeles y trabajador y trabajo han pasado de la configuración de sujeto a la de objeto.
Esta trasformación del rol del trabajo, que conlleva al tiempo una inversión de su socialización, ha producido en el hombre una mutación psicológica de su perspectiva laboral. El trabajo ha perdido el sentido de bien y la perspectiva de intercambio de servicios.
Mientras el trabajo se conservó como actividad doméstica, la carga del mismo se imputaba a la naturaleza, y la dimensión de bien se concebía en su inmediata vinculación al objeto conseguido que remediaba una carencia o necesidad. El sentido del servicio se presentaba patente como un intercambio de bienes con el círculo de la vecindad.
Hoy, en que la relación de trabajo y bien queda diluida entre la inmensidad de la macroestructura laboral, la carga del trabajo se imputa a la sociedad, de quien normalmente se percibe una devaluación de la prestación ejecutada.
La sociología del trabajo ha mutado desde un valor positivo a un valor negativo. Se ha difuminado el sentido social de intercambio de servicios y el trabajador se considera elemento de explotación.
La respuesta para la estabilidad psicológica de la persona no puede proceder sino de una interiorización personal que haciendo extracción de una estructura laboral más o menos favorable le permita retomar su posición de sujeto con respecto a la naturaleza de la que forma parte y de la que obtiene bienes que comparte con sus semejantes; un intercambio de servicios que quizá sea tanto más útil cuanto menos patente es.