Los recientes acontecimientos relativos al término de la codificación del genoma humano, han vuelto a colocar sobre la mesa de los sabios la justificación de la diferenciación del género humano sobre las restantes especies conocidas.
La capacidad intelectual que se había estructurado, paralela a actividades tan concretas como el lenguaje, como nsecuencia de un desarrollo genético incomparable, ha quedado desechado por la similitud del genoma del hombre con el de otros animales que carecen de facultades intelectivas comparables a las del hombre.
Si la misma naturaleza del intelecto se presenta como una realidad llena de incógnitas para los científicos, mucho más incomprensible se haya la capacidad de libertad del acto humano.
Desde la metafísica esta complejidad se aclara con la delimitación del acto necesario que sigue a toda ley material. La materia, incluso en su estado de energía, no tiene capacidad creativa -ni se crea, ni crea, ni destruye, ni se destruye- sólo se trasforma de acuerdo a la ley física que la determina. Cualquier objeto material evoluciona -se transforma- según el influjo de las leyes que condicionan su entorno. Ningún acto material así considerado puede ser calificado de libre, en cuanto que, aunque el resultado de esa transformación produjera una acción nueva en la naturaleza, el mismo acto por ello no sería creativo, pues en el absoluto mismo entorno de condiciones el resultado sería siempre igual, seguiría la misma ley.
Si se reduce el ser humano a la condición material, en cualquiera de sus estados, habría que admitir la absoluta determinación de sus actos, por más que a los mismos se les justificara la más compleja determinación en virtud de su potencial entramado atómico. La diversidad de resultados de sus actos podría justificarse, pero no la libertad del acto que siempre sería producto de una cantidad casi infinita pero limitada de leyes que condicionan la unicidad de la respuesta.
La libertad del acto humano con ser de una naturaleza tan compleja, es consecuencia de un conocimiento de experiencia evidente. Todo hombre que se haya parado a razonar, tiene conciencia de la realización de actos voluntarios y de actos involuntarios. En los primeros se asume la elección del ejercicio, habitualmente entre una o más posibilidades. Se considera respuesta a un estado de conocimiento, pero no respuesta necesaria sino voluntaria. De esa voluntariedad se colige la libertad, y de ella la responsabilidad.
De los actos necesarios, aquellos que ajustan una única salida compulsada como respuesta necesaria a determinados impulsos de entrada, al hombre no se le puede hacer responsable, de igual manera que no se exige responsabilidad a un objeto material que necesariamente sigue la ley de la naturaleza.
Si tenemos la experiencia de la libertad humana -nuestra propia experiencia y la experiencia cultural de la colectividad- tendremos que presumir un factor en el momento de producción del juicio que se corresponda a un influjo no material y por tanto no determinado, un acto decisivo –elección entre los posibles- voluntario. Así la cadena del juicio humano, de manera simplificada, estaría formada por los siguientes estratos:1. Motivación: series de impulsos sensoriales.2. Imagen: procesada en la mente en virtud de los impulsos recibidos.3. Conocimiento sensible: procesamiento en la mente en el paradigma de los actos aprendidos y archivados en la memoria.4. Conocimiento intelectivo: acto inmaterial de conocimiento sobre el conocimiento sensible. Decisión voluntaria de la respuesta.5. Respuesta material: Interpretación en la mente de la forma sensible de los actos de respuesta.6. Ejecución: transformación a impulsos de respuesta sensorial.Los procesos 1, 2, 3, 5 y 6 serían formalmente computacionales, y posibles de reproducir en un entorno virtual. El proceso 4 -que es realmente el decisivo- ha intentado justificarse como un proceso de selección entre un programa de infinitas variables. La dificultad que presenta esta tesis es la posibilidad de compaginarla con la libertad.Considerar al hombre como ser libre exige que el acto voluntario de la decisión –entrañe o no elección- sea no determinado y por ello no material. A esta parte del hombre que origina actos no materiales que denominamos espirituales es la que históricamente se ha denominado alma.Esta forma de conocimiento del hombre de doble articulación es la que le diferencia de los otros seres vivos dotados de conocimiento sensible. Los animales también conocen, pero no está demostrado que conozcan que conocen, lo que les impide el progreso intelectual.De igual modo que el proceso de lenguaje de doble articulación le permite al hombre crear infinitos elementos comunicativos, en la doble articulación del conocimiento sobre una base limitada de percepciones sensoriales puede llegar a producir infinitud de propuestas inteligentes. Este es el fundamento del progreso técnico y científico, que en último extremo estriba en la libertad capaz de dar respuestas nuevas a cada interrogante suscitado.