PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 2                                                               JUNIO-JULIO 2002
página 10
 
 
UN IVA GLOBAL


Globalizar la economía como marco de desarrollo mundial es un proceso que no puede quedar únicamente el arbitrio de los mercados. Si los beneficios de esa globalización quedan adjudicados sin una planificación de objetivos, las personas podrán trascender de la condición de sujetos a la de objetos de los entramados mercantiles. Si la globalización no alcanza como objetivo incrementar el desarrollo armónico de todos los habitantes del universo habrá fracasado como proyecto humanista por más que haya mejorado las cuentas de resultado de determinados países.
En sí, la idea de mundializar materias primas, tecnología, producción y consumo no es, desde el punto de vista de la justicia social, quimérica, sino estimulante, con tal que se planifique de acuerdo a una estructura económica solidaria. Par ello no sólo es necesario el no realizar una política especulativa sobre las materias primas y la mano de obra de los países menos desarrollados, sino que se precisa un sistema eficaz que favorezca la redistribución de la riqueza global por medio de la inversión en equipamiento en los países con menos recursos.
El concepto fundamental a asumir es que la globalización exige una estructura supranacional en la que la sociedad globalmente se implique, lo que conlleva que los Estados tengan que compartir una parte de la soberanía en lo que a efectos económicos y sociales les concierne.
Las propuestas hasta ahora elaboradas en lo referente a cooperación no han ofrecido un resultado satisfactorio por la total dependencia a la voluntaria implantación de los políticos de turno en cada Estado. Por ello, se hace apremiante la consideración de un nuevo marco global en el cual las políticas distributivas impliquen directamente a toda la sociedad.
Frente a otras proposiciones de economistas de reconocido prestigio internacional, a mí me parece que una de las vías más expeditivas es la de aplicar un impuesto global al consumo, con el cual equilibrar progresivamente las rentas entre todos los países adheridos al sistema. Un IVA universal que gravando todos los productos que no sean de primera necesidad genere unos ingresos administrados por un organismo internacional que financie los necesarios proyectos de desarrollo sostenido en cada país en función inversa a su renta per cápita.
Si los beneficiados del sistema global de mercados son los consumidores, no parece injusto que cada uno asuma la responsabilidad social que le corresponde en este orden en función de la cantidad de bienes que hace suyos. Una respuesta social de mercado para una economía global.
Se podrá suponer utópica toda actuación global que no siga los intereses de las multinacionales, y se podrá suponer utópica la posibilidad de articular estructuras comunes en marcos sociales tan diversos. Se podrá argumentar la necesidad de depurar previamente la corrupción imperante en tantas áreas. No existen recetas mágicas, pero también es cierto que si de las reuniones de los correspondientes organismos internacionales no surgen programas audaces de actuación, toda la sociedad puede terminar asumiendo las consecuencias de la indeterminación.
No queda lejano el ejemplo de como la Unión Europea está promoviendo la asimilación de las rentas de sus ciudadanos mediante el empleo en la financiación de estructuras que favorecen el desarrollo económico de las regiones con rentas más bajas. Se podrá argumentar que en la UE se exigen previos acuerdos de concertación política y económica, pero lo cierto es que si no hubiera sido por unos hombres que previamente definieron una filosofía de convivencia, el marco económico común no habría llegado nunca a ser realidad.