PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 21                                                                                            JULIO - AGOSTO  2005
página 8
 

 EL RINCÓN DEL YO

 
La crítica sicológica de la soledad no se puede realizar sin tomar en consideración que la forma de ser de la persona humana por su propia naturaleza genera la existencia de un rincón de la personalidad inaccesible para el mundo exterior. Este espacio, que puede abarcar un porcentaje mayor o menor de la vida interior, según las circunstancias y el temperamento de cada individuo, constituye una realidad que en su más radical manifestación justifica la inadecuación de algunas conductas con respecto a lo que se esperaba en el obrar de ciertas personas.
La raíz metafísica de esa incapacidad para manifestarse plenamente cada cual como es se encuentra en la aplicación del conocimiento intuitivo del alma sobre el límite expresivo de la actividad mental construida por el desarrollo del conocimiento sensible.
La configuración de las ideas se construyen o bien desde la experiencia directa sensible, o bien por la asimilación cultural aprendida, en el que desde el juicio trasmitido se amplía la mente con nuevas ideas soportadas en una experiencia sensible anterior. El patrimonio de todas esas ideas con las que construimos nuestros juicios representa la actividad intelectual de la persona.
El conocimiento intuitivo y creador de nuestro espíritu nos inquieta a ampliar los límites de nuestro intelecto por la aplicación de la inteligencia para justificar racionalmente, en juicio e ideas, lo que intuimos de realidad más allá del universo aprehendido. El núcleo de toda la actividad intuitiva se encuentra en la consideración del propio yo, cuya interpretación intelectual no agota la experiencia racional, de donde deriva la incapacidad para la autodefinición por más que el propio espíritu la intuya.
Ese no llegar nunca a conocerse uno mismo, por más que pasen los años y cada cual incremente su saber con la ayuda de la ciencia sicológica, tiene una naturaleza metafísica en el modo de ser del hombre. El límite de la intuición no es abarcable por la razón, y ello se manifiesta de modo semejante a como la permanente progresión del saber racional de la humanidad origina que cuanto más conoce percibe que más le resta por conocer.
Si el conocimiento racional de cada hombre no alcanza a identificar todo lo que su conocimiento intuitivo le sugiere respecto de sí y su mundo, mucho más difícil es para él el poder manifestarlo a los demás, porque la capacidad de expresión que precisa toda comunicación se presenta contaminada de una cierta distorsión.
Esa soledad que afecta necesariamente a un segmento de la personalidad es proporcional a la riqueza espiritual que origina un mayor conocimiento intuitivo, y lo es también a la capacidad expresiva de cada sujeto. Cuando los cauces de comunicación establecidos no alcanzan para expresarse a sí mismo, surgen los medios alternativos, algunos de los cuales alcanzan la categoría artística.
Aunque los progresos de la ciencia de la sicología avanzan en procurar favorecer la exteriorización de los reductos de la soledad interior, es muy probable que el último espacio de lo que en lo profundo el hombre intuye acerca de su propia persona nunca llegue a salir de sí.
Quizá ahí radique algo de lo que de misterio tienen la vida.