DIRECTORES Y EJECUTIVOS
Al espectacular desarrollo industrial y tecnológico del siglo XX le ha correspondido generar un cuadro mercantil apropiado con el surgimiento de las sociedades anónimas y la implantación de los grupos multinacionales. Este nuevo marco empresarial, que ha sustituido en gran parte a la estructura familiar de los negocios del siglo anterior, ha requerido la formación de los cuadros de gestión apropiados para el buen gobierno de las desarrolladas sociedades mercantiles.
Las universidades han confeccionado licenciaturas específicas para atender a las nuevas necesidades de formación en el ámbito directivo y, de alguna manera, se ha consolidado la oferta de una continuada atención a los responsables empresariales para sostener sus conocimientos actualizados.
Pudiera parecer desde la simplicidad de criterio que las empresas progresan por la inercia de la técnica, pero ese absurdo no se sostiene porque la creatividad es una peculiaridad única del ser humano y, por tanto, cualquier innovación o nueva aplicación industrial procede del trabajo intelectual de un grupo de personas. Esto nos debería inducir a considerar la trascendencia del valor del trabajo y a considerar el capital humano como el más decisivo activo para el porvenir de un proyecto empresarial.
Entre los muchos recursos que requiere la aventura empresarial la más relevante es la de la acertada contratación del equipo de dirección, como responsable creativo de todo el proceso que permita a la empresa alcanzar su fin. Nada en el ámbito empresarial es fortuito fuera de las coyunturas de competitividad, porque en todo lo que atañe a la planificación, gestión y producción el éxito sólo es consecuencia de una acertada concatenación de ideas de cómo debe ejecutarse cada secuencia del proceso. El producto final como servicio implantado para la sociedad no se alcanza sin el previo conocimiento del qué, por qué y cómo realizarlo. En cuanto la empresa asume el rol de la transformación de las materias naturales en bienes o servicios de consumo se distingue esencialmente de aquellas actividades laborales que obtienen de inmediato los beneficios de la naturaleza y que en su mayoría fueron la base de la economía y el comercio de toda la historia anterior.
Es fundamental distinguir entre los órganos de gestión de un proyecto empresarial las funciones de dirección y la de gestión de la producción. El rápido proceso de crecimiento del sistema empresarial ha favorecido en muchos casos la confusión de estos dos ámbitos profesionales con la asignación errónea de valores personales de una a otra actividad, lo que ha originado la deficiente gestión de sociedades cuyos fracasos, imputados a los procesos o al mercado, no proceden sino de la inadecuada capacidad de gestión, o bien porque se depositó la responsabilidad directiva en personas de habilidades de gestión productiva, o bien porque los directores asumieron directamente una gestión de producción para la que no se encontraban preparados.
La función de dirección de empresa corresponde en su raíz a una vertiente de iniciativa creativa para formular las coordenadas teóricas de en qué entorno social se proyecta, a qué sector social se ofrece el producto, de qué recursos se dispone y cómo se concibe el organigrama de personas y medios para alcanzar el fin planificado. Todas estas actividades son plenamente intelectuales y creativas porque en sí no son simples aplicaciones tecnológicas o técnicas sino esencialmente corresponden a movimientos de libertad para actuar en un contexto social dado al que incluso se puede pretender cambiar.
Ejecutar la planificado corresponde a una segunda etapa de la actividad empresarial. Es quizá un reflejo del mismo procedimiento esencial de los actos humanos:
1- memoria - conocimiento e información
2- entendimiento - decisión del proyecto
3- voluntad - ejecución mediante la producción
La producción en sí misma considerada es un proceso previamente planificado cuyo contenido está muy relacionado a los condicionantes y posibilidades que brinda la técnica y la tecnología, y su éxito depende más de la buena gestión de los medios y recursos que se aplican a tal fin que de la inventiva alternativa a los procesos previstos para mejorar el rendimiento. La gestión de la producción fundamentalmente está en la optimización de los recursos, empleando en ello las mejoras disponibles de la técnica y la máxima implicación de los operarios.
La figura profesional del ejecutivo surgió como el responsable capacitado para la ejecución de las actividades empresariales por sus dotes de organización y mando, por la agilidad de percepción de los problemas y por su habilidad de recurso. Debe contar el ejecutivo esencialmente con una mentalidad práctica porque lo que se le exige es la productividad del proceso previamente decidido por la dirección.
La distinción entre los distintos valores que deben acompañar los perfiles específicos de los cargos de dirección y ejecutivos son los que a veces no es fácil de dictaminar por las propiedades, consejos de administración y compañías asesoras de recursos humanos, y a veces confunden un confirmado y bien ganado prestigio como ejecutivo con la valía personal para desempeñar un cargo de responsabilidad de dirección, de cuyo error se siguen desagradables consecuencias.
Uno de los mayores errores en la conceptuación de la capacidad de un profesional es el ascenderle a un puesto de más responsabilidad sin considerar si sus cualidades personales se ajustan a la tipología del cargo a desempeñar, con independencia de su entregada disposición de servicio. Porque de un error de ea magnitud se sigue no sólo una enorme responsabilidad frente al accionariado y conjunto de trabajadores de la entidad, sino muy posiblemente un perjuicio grave a la personalidad del ascendido porque palpará más que nadie el sinsabor del fracaso.
La adecuación de las actividades, valores y formación de cada persona para el puesto a desempeñar en una sociedad mercantil es tan relevante por lo que quedó apuntado de que el mayor activo de la sociedad es su personal. No sólo basta el prestigio profesional de los trabajadores, sino que es necesario que tanto en un puesto de dirección como en otro de producción cada cual sea óptimo para desempeñar su cometido.
La función específica del director es una de las más responsables porque cada una de sus decisiones influye sobre el futuro de todo el colectivo. Ser un buen director exige una intuición intelectual superior a la que requieren los puestos ejecutivos, ya que al director le corresponde leer el futuro de la sociedad sobre las aplicaciones inmediatas en juego. Es ahí donde la creatividad distingue las estrategias positivas de las simples decisiones que se pliegan a lo que en común se entiende como ajustado al mercado.
Quizá sea por eso que mientras del ejecutivo se exige diligente agilidad para solventar los problemas, de cuantos ocupan un cargo directivo se espera una inteligente sagacidad para acometer retos empresariales sin generar riesgos estructurales.