PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 22                                                                                            SEPTIEMBRE - OCTUBRE  2005
página 10
 

MIGRACIÓN Y TRABAJO

 
Desde los muy antiguos tiempos, en que las condiciones de movilidad eran dificultosas, los hombres han tendido a desplazarse para ocupar espacios vitales más favorables. Esta ley de la naturaleza ha generado la cara amable de la cooperación social, por la que los pueblos indígenas se han favorecido con los conocimientos de las gentes inmigradas, y la cara amarga del enfrentamiento entre los pueblos por el dominio del territorio.
Como las leyes de la naturaleza dirigen los movimientos humanos, también hoy se repite la migración desde zonas económicamente menos favorecidas hacia los territorios que manan leche y miel. Es muy posible que la migración actual no esté condicionada a la supervivencia que la fertilidad de la tierra promete, porque la industrialización ha desarraigado la dependencia directa entre al cultivo y la alimentación, y la tierra prometida no es aquella sobre la cual establecer una asentamiento rural, sino la que permite optar a una porción del entramado económico y sobrevivir en condiciones más favorables. La esencia de la migración sigue apoyándose además de la ley natural del desplazamiento a las zonas fértiles del otro elemento necesario para la supervivencia que es el trabajo. Si en los nuevos tiempos la dependencia sobre la tierra se ha trasformado en una dependencia de tipo social, el factor necesario del trabajo para obtener los bienes de la manutención no ha cambiado sino de forma de prestación por la incorporación a un sistema central industrializado que rige una total especialización de la producción.
La cara amarga que antaño suponía la confrontación por el dominio del territorio hoy se ha transformado por  la de las condiciones laborales en que ha de prestarse el trabajo de los inmigrados para el servicio del colectivo receptor. Hasta dónde y cuánto se admita la concurrencia de la migración ha pasado a constituir uno de los problemas sociales que cada día preocupa más a los países desarrollados; pero no es menos real que con mucha mayor intensidad la posibilidad de conseguir esa emigración se ha convertido en el primer interés de muchos pueblos de los continentes menos favorecidos.
La causa de ese flujo migratorio hay que encontrarla en la desigualdad de medios para obtener rendimiento del entorno natural en el que muchos pueblos viven. En sí, la mayor parte de las veces, no es que su hábitat no posea recursos sino que no se dispone del potencial para explotarlos, así: o han de vender la explotación a las potencias económicas en función de los precios que éstas marcan, o han de aguardar un cambio en la coyuntura internacional que varíe el sistema de atribución de beneficios para capitalizar la propia sociedad y fomentar el grado de especialización profesional. Mientras esa esperanza no se haga realidad, la población más audaz se siente urgida a emigrar a países de riqueza consolidada donde son su trabajo obtengan la participación de los bienes de un progreso que a sus tierras no llega.
La relación migración-trabajo es progresiva porque cuando un emigrante accede a un país más rico la exigencia de trabajo es mayor que en su tierra de origen, donde dado que no existían perspectivas de progreso la relación laboral es menos exigente. Esta educación en el trabajo del emigrante representa también un potencial subjetivo de desarrollo para si las circunstancias favorecen el retorno hacia su tierra.
En la sociedad de acogida el inmigrante ha de acceder a la oferta de puestos de trabajo que los autóctonos no desean desempeñar, y sólo si demuestra un rendimiento eficaz tendrá posibilidad de ascender en el rango profesional. El gran problema se origina cuando la migración supera el espacio laboral que la sociedad les tenía reservado, y ello es debido a que proporcionalmente a que los venidos cubren con holgura sus necesidades se multiplica el efecto ejemplar sobre sus paisanos, quienes se animan a seguir la misma suerte. El flujo así originado desborda el interés del país receptor en cubrir sus necesidades de servicio de una mano de obra dúctil, y comienza a sentir la presión de una migración anhelante por medrar a la sombra de sus riquezas. Si añadimos que la cultura de los pueblos emigrantes suelen favorecer la natalidad, y por tanto el incremento demográfico impele a expandirse, careciendo de medios para realizarlo en condiciones de progreso en su misma patria viajan por cualquier medio hacia un mundo objetivamente mejor.
Las condiciones de trabajo y los derechos reconocidos para los inmigrantes constituyen los factores decisivos para su asimilación, porque si los mismos se ignoran para favorecer la explotación se crea una situación de marginación que favorecerá una reacción incontrolable.
El reto de construir una política sostenida del proceso de migración laboral entraña concebir una política de perspectivas que planifique la inversión globalizada sobre parámetros de obligada reinversión sobre los territorios indígenas que frene el desequilibrio de posibilidades de realización entre pueblos ricos y pobres. Mientras la diferencia de renta se incremente, en la misma proporción se multiplicará el deseo de migrar, lo que parece está comenzando a considerarse como un conflicto para las sociedades más pudientes.
El trabajo constituye una de las necesidades esenciales para le hombre y su satisfacción una de las causas más directas del desplazamiento de la humanidad. Cuando el uso de la tecnología ha cambiado las condiciones de trabajo, le corresponde al hombre el uso de la inteligencia para que las nuevas condiciones establecidas no se le vuelvan contra él.