LIBERALISMO Y MIGRACIÓN
Asumir las tesis liberales como el marco de la economía universal exige aceptar entre las reglas de juego la de la libertad de la migración en el doble aspecto de masa productora y masa consumista que de forma natural se plegará a las condiciones de mercado. Predicar la libre explotación de los recursos y la libre circulación de mercancías no puede sino completarse con la libre circulación de la mano de obra para que exista una auténtica liberalización de la economía. Los mercados no están completados en su auténtica dimensión si no se considera el que corresponde a la mano de obra de producción.
Liberalizar la economía a nivel mundial es la apuesta arriesgada de quienes creen que el progreso depende del empeño voluntarista del hombre para mejorar sus condiciones de vida y que ello sólo se logra en un espacio sin trabas para el ejercicio de ese derecho personal. El desarrollo será consecuencia de no encorsetar la sociedad con leyes ajenas a las intrínsecas a la producción y a la economía. Pertenece a los individuos constituirse en promotores o asalariados de las compañías mercantiles que generan y gestionan la riqueza, y no a las estructuras orgánicas de las sociedades dirigir desde la política la producción y la distribución de la riqueza.
El liberalismo que ha logrado los procesos más consolidados de desarrollo cuenta en su haber la estratificación de la riqueza entre los sectores beneficiados y los mas desfavorecidos. Qué el beneficio sea el empeño en el trabajo, destino o una posición de estirpe privilegiada queda por analizar en cada caso, pero lo cierto es que la práctica del liberalismo no ha perpetuado la igualdad de oportunidades que su esencia predica.
Que los sistemas económicos comunistas han fracasado en todo menos en una cierta igualdad de la distribución de la pobreza es tan cierto que ya no representan más que una dosis de nostalgia para quienes sufren la marginación en el sistema liberal.
El gran escollo que la economía liberal encuentra en su proyección mundial es la conciencia de protección de su bienestar que los estados confían a sus fronteras. Estas divisiones del mundo en células estatales limitan la implantación universal de la economía liberal en una etapa en la que por la reducción de las distancias, el crecimiento demográfico y la pujanza de las tecnologías la dimensión de los mercados han crecido vertiginosamente hasta generar la que comienza a ser conocida como la Edad de la Globalidad.
Defender el liberalismo como modelo universal de la nueva economía supone asumir que ello conllevará una nivelación de las rentas, en cuyo proceso los países ricos del área del bienestar verán ceder su monopolio del colonialismo y la merma de las riquezas que el mismo engendró. La deslocalización ya es una realidad pero no representa más que el atisbo de los movimientos migratorios que la extensión de la economía va a generar.
Favorecer la implantación del liberalismo tiene sus propias exigencias de naturaleza y entre ellas está la de la libre circulación de la mano de obra como componente elemental de la liberalización de ese específico mercado. Las masas se moverán en función de las perspectivas de remuneración y empleo, y para su aplicación se exige la permeabilidad de las fronteras. Una economía global de estructura liberal exige la reducción del intervencionismo del Estado, pero no sólo en el proteccionismo social sino también en la limitación de sus fronteras.
Hasta ahora la globalización se ha diseñado según el esquema colonial, en el que el empuje de las potencias han superado las barreras al movimiento de capitales y a la comercialización de mercancías , pero la fluctuación social que la política de consumo ha despertado en las conciencias universales ha generado la revolución de las masas por su protagonismo en la economía y la misma pujanza de su esencia liberal está fomentando los cambios sociales que se advierten venir.
Hasta cuánto y hasta dónde los poderosos ciudadanos de las grandes potencias estén dispuestos a ceder de su logrado bienestar marcará el devenir de una economía global, que quizá encuentre en su concepción liberal muchas más resistencia de la esperada de quienes fueron padres y promotores de ese sistema económico.