PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 24                                                                                            ENERO - FEBRERO  2006
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 RASGOS DE PERSONALIDAD

 
Alguna de las cosas complicadas en la vida es alcanzar a conocer a las personas realmente cómo son. Por mucho que nos esforcemos, nos sorprendemos con frecuencia por actitudes que no esperábamos en personas próximas a quienes creíamos bien conocer. Ello tiene una importancia muy trascendente para la vida de amistad, en la familia, en la vida laboral y muy especialmente en las relaciones de pareja.
Conocer equivale a evaluar los rasgos de la personalidad ajena para formalizarlos según criterios de valor. En el proceso es inevitable la comparación a la propia manera de ser, única realmente objetiva para cada individuo de lo que el comportamiento supone de respuesta a la realidad; de esa experiencia personal se formulan modelos sobre los cuales evaluamos los comportamientos o respuestas ajenas.
Formalizar nuestra idea respecto a cómo es la personalidad de otra persona y construir la expectativa de sus comportamientos será más o menos fundada según la amplitud de actos de los que hemos evaluado una respuesta de comportamiento y la trascendencia y responsabilidad de esos actos. Hay que tomar en consideración que la idea forjada respecto al valor de los actos ajenos es según y nuestro modo ideal de proceder, y por ello la evaluación será siempre subjetiva, pudiéndose considerar que tiende a la objetividad cuando nuestra valoración se enriquece con la connotación común o general, que ha venido considerándose como el sentido común, aunque el mismo siempre está teñido por la interpretación que de él hace la propia conciencia. Conocer y valorar la personalidad ajena no debe llevar a considerar como un acto de enjuiciamiento del otro, porque lo esencial cuando no se opta por esta actitud de juicio es el que se busca objetivar modos de comportamiento sin penetrar en su dimensión de bondad o maldad. Ser diferente o distinto no es algo negativo o positivo cuando lo que se evalúa es la constatación de las diferenciadas maneras de ser.
El conocimiento de la personalidad ajena es especialmente relevante cuando se debe acometer un proyecto conjuntamente, porque del entendimiento entre las partes depende el que no se decepcionen respecto a la mutua expectativa de participación. Tanto en los negocios, en la vida sentimental, como en un proyecto de cooperación, es necesario un mínimo de entendimiento entre las partes en relación, y ello se sigue de la mutua aceptación entre las personas como dada una es, siendo necesario un mínimo de trasparencia y un mínimo de objetividad.
Los conflictos de personalidad en la vida de pareja son especialmente importantes por su repercusión sobre la vida sentimental y sobre la vida en común. El gran problema en este tipo de relaciones es que el conocerse como realmente el otro es está distorsionado por la pasión sentimental, y sólo con el tiempo se progresa en una mayor objetividad de la percepción mutua. Para no albergar sorpresas cuando al relación se pretende proyectar en el tiempo es muy importante vencer la subjetividad sentimental y ello se logra en parte trasladando la observación a los comportamientos externos al ámbito de la pareja.
Conocer cómo se relaciona y reacciona la otra persona con otros amigos, en la vida de su propia familia, en el ejercicio de los hábitos y valores con terceras personas, en los planteamientos de ideales aplicados el círculo externo, etc. ayuda mucho más a penetrar en la personalidad que la evaluación de la actitud con respecto a la propia persona. El influjo sentimental distorsiona el enfoque objetivo de dos modos: Primero, porque cada uno tiende a ver todo bajo el prisma peculiar que origina la pasión del amor; segundo, porque la otra persona modifica su comportamiento hacia la primera por el afán de agradar, lo que puede ser de agradecer, pero que debe tomarse en consideración para no caer en el error de pensar que esa persona es así, ya que si desaparece el influjo sentimental su comportamiento surgirá tal y como realmente se corresponde con su personalidad.
Conocer y aceptar lo más objetivamente posible la personalidad ajena depende de la capacidad de distanciarse mentalmente para no confundir cómo son las otras personas con cómo nos gustaría que fueran. No dejar que, ni para bien ni para mal, nos traicionen los sentimientos favorece ese convivir con los demás aceptándoles como son, siendo a la vez más objetivos en la posibilidad de estabilidad de una relación.