PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 24                                                                                            ENERO - FEBRERO  2006
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 CONTROL DEL ERROR

 
El desarrollo de la tecnología no ha podido eliminar el error humano. Aunque la técnica avance en progresión geométrica, porque construye sobre todo el saber anterior del hombre, la persona progresa en el conocimiento sufriendo la limitación de una capacidad orgánica que le reduce a que apenas mejore sus hábitos operativos. Ello es lo que ha originado la rentabilidad de su sustitución en muchos procesos de cálculo. Las operaciones tecnológicas computacionales cuando están bien proyectadas pueden aproximarse al error cero, lo que no no se puede garantizar nunca en los actos individuales humanos. La computación puede garantizar una trayectoria hasta el espacio sideral, pero la mano del hombre no puede a veces remediar errar en la instalación de una simples placas de seguridad.
La limitación del ser humano le viene de su constitución individual, de que cada persona es una unidad y no se puede concebir un ser que valga por cien, o lo que es lo mismo: sumar la capacidad operativa en un ser múltiple de la persona humana.
Por más que se aunen juicios y voluntades la capacidad resolutiva al final se reduce a una persona que preside o dirige, de cuya inteligencia y voluntad depende de lo nimio a lo absolutamente relevante para la humanidad. Durante la guerra fría la humanidad permanecía en vilo porque de una decisión errónea pendía provenir la catástrofe mundial. En la sociedad industrial los accidentes de carretera causados por los errores mecánicos han disminuido considerablemente con la incorporación de la tecnología a las máquinas, en cambio los percances debidos a errores de control humano no disminuyen sino que aumentan, neutralizando la ventaja alcanzada por los vehículos de moderna tecnología.
El error humano existe y, aunque parezca una simpleza, no está en la posibilidad de la humanidad evitarlo, porque sólo se podría lograr haciendo personas orgánicamente mucho más capaces, lo que parece fuera de cualquier expectativa de desarrollo.
La realidad del error humano es fundamental para planificar los procesos de calidad, ya que los mismos deben construirse sobre la premisa de que el error se producirá. Paliar los efectos negativos de ese error dependerá de detectarlo con la antelación necesaria para minimizar las influencias negativas del mismo. Si el error no puede evitarse adquiere una máxima trascendencia su control.
La necesidad de unos servicios lo más fiables posibles exigen que en torno al trabajo del hombre se precise constituir el control de calidad, cuyo objetivo esencial se perfila en detectar los errores que los trabajadores en sus operaciones introducen en la cadena de decisión o producción.
Cuando la tecnología ha sustituido en el trabajo manual muchos obreros ha eliminado una fuente de errores importante, pero ha surgido el que la equivocación en quien diseña o mantiene la tecnología multiplica sus consecuencias hasta límites insospechados. Por ello el control de calidad en el diseño debe ser tan relevante como en el proceso de producción.
Pensar que alguna actividad humana se escapa de la posibilidad de error es ignorar la misma esencia de las cosas, porque todos los hombres y en todas sus actividades cometen fallos derivados de la limitación de su capacidad. Los más graves conciernen a la toma de decisión, porque la inmaterialidad de la voluntad escapa en su análisis a la mayoría de los procesos de control. De ahí que la voluntad decisoria personal en muchos procesos se someta al arbitrio colegial de varios responsables, cuya constitución simula la de una múltiple persona dotada de una plural inteligencia. Esta configuración es especialmente importante cuando los actos decisorios producen consecuencias inmediatas difíciles de subsanar por el posterior control de calidad. Piénsese en la responsabilidad de jueces, políticos, cirujanos, pilotos, padres, etc., cuyas decisiones pueden condicionar la vida de otras personas.
Uno de los elementos básicos del control del error está en el requerimiento del control de calidad, cuya confianza en mucho depende de que quienes primero lo promuevan sean los mismos productores a sabiendas de los límites de su capacidad.
Conocer la capacidad de error debe potenciar los controles de calidad en la línea de la inducción estadística que favorezca la aplicación de medidas correctoras previas que minimicen los entornos generadores de error. Disciplinas como la sicología laboral y la hergonomía se esfuerzan en detectar condiciones negativas de trabajo que induzcan al error, que son tanto más importantes en los casos en que dicho error repercuta sobre la seguridad o la salud laboral.
En los tiempos del dominio de la computación, el hombre precisa de la contemplación humilde de la limitación de su ser, algo que se le escapa cuando contempla los ingenios salidos de su mente, pero cuya reflexión debe conducirle a interiorizar de que cada obra de ingeniería es producto de lo que muchos han aportado con anterioridad, mientras que cada uno de sus actos, en su más cruda realidad, es producto de una simple realización personal.