PATRIA
La crisis de valores que desde el último tercio del siglo pasado se extiende por el Occidente incluye el sentimiento patriótico, o mejor, el concepto de patria. Este valor tan pujante desde la Revolución Francesa, que exaltó el idealismo romántico y que asumía el sentimiento secular de lealtad al rey, parece que en algunos círculos culturales denota lo caduco de una moralidad superada por el postmodernismo.
El concepto de patria representa, no más ni menos, el espíritu que aúna a una comunidad en el proyecto común de convivencia. La patria representa lo propio de un común denominador de la personalidad de un pueblo. Este sentimiento no puede ser creado ni tergiversado artificialmente, pues como cada personalidad especifica de modo característico a cada hombre y mujer, haciéndoles ser de un modo propio, la patria determina el modo de ser de cada nación. De alguna manera, cada personalidad se proyecta en constituir la esencia de la patria, y el nacer en una patria marcará aspectos del modo de ser propios de esa nación determinada.
Es muy posible que la crisis del sentimiento patrio proceda de la crisis colectiva de personalidad de gran parte del mundo occidental. El triunfo del consumismo sobre los idearios ha engendrado el hombre desarraigado de sí mismo, lo que representa el mayor fracaso de una cultura. Cuando el hombre se pierde como referencia de su propio fin, comienzan a entrar en crisis todas sus creencias, porque todas ellas se soportaban en la trascendencia de vida del ser humano.
La patria aglutina la idea de proyección de la comunidad nacional en el concierto internacional. Del mismo modo que en la vida social se impone quien se adorna de una personalidad penetrante, en el espacio internacional se hace respetar el que conlleva la fortaleza de la unidad de acción de un pueblo. Esa unidad que en lo sustancial representa la conciencia indeleble del ideal patrio.
Quizá en esa crisis de valoración hacia lo que encarna la patria haya influido la apropiación indebida que los militares tienden a ahacer de esos sentimientos, presentándose como los intérpretes y defensores de la pureza de ese ideal frente al poder civil. Ese craso error supondría un mayor compromiso patrio en quien orienta su profesión hacia las armas que quien, por ejemplo, practica la medicina o recoge el café. Si la patria es el lugar común de una comunidad, respétese a todos por igual la responsabilidad de salvaguardia de su patrimonio. Las reiteradas crisis dictatoriales del siglo pasado, en que los militares arrebataron el protagonismo al legítimo poder civil en nombre del servicio a la patria, ha menoscabado un tanto ese sentimiento, pues en cuanto más se enarbolaba en las ansias de poder de los dictadores más dividía al pueblo que entraba en crisis con su causa.
La patria como concepto es esencialmente pacífico, porque representa la convivencia bajo un estilo común, la historia heredada, las constumbres asumidas desde la infancia. Ese patrimonio, precisamente porque es común y no de parte, es por lo que es patria, y su mayor deterioro se sigue de la interpretación subjetiva de su realidad para manipularlo de modo desleal.
Trabajar por la patria es esencialmente cooperar al bien común con lealtad y espíritu de servicio, cada cual en el lugar que el destino le deparó, con la conciencia de participar en un proyecto que, como la humanidad misma, nos supera en la perpetuidad de su misión.