SENSIBILIDAD
Les voy a transmitir una experiencia real.
Viajaba en un tren interurbano en el extrarradio de una ciudad europea, cuando la intervención de la concesión ferroviaria realizó una inspección de los tickets de viaje.
En un asiento próximo a mí viajaba una mujer con un bolso de viaje. Cuando el agente se dirigió a ella para solicitarle su ticket, ella intentó explicarse en una lengua extranjera, de la Europa oriental o caucásica, sin que se pudiera de su explicación entender otro contenido que el que sus gestos indicaba de no poseer título válido de viaje. La única respuesta del inspector fue indicarle, también con el recurso de la mímica, que, o abonaba inmediatamente la sanción -creo recordar que eran unos quince Euros- o tendría que apearse en la primera parada que hiciera el convoy. La mujer, después de algunos titubeos, comenzó a llorar. Al parecer, carecía de dinero. La situación tomó un tinte dramático ante la fría mirada de los viajeros, que, impasibles, en su interior juzgarían unos la irresponsabilidad de la mujer y otros la intransigencia del agente. Sólo un hombre reaccionó, era un inmigrante de color con manos y semblante de trabajar en una dura ocupación manuel: "No puedo consentirme ver llorar a una mujer. Si ella no le puede pagar, cóbremelo a mí. ¿Cómo se va a quedar tirada en cualquier estación?" Muy posiblemente era el viajero con menos recursos de todos cuantos marchábamos en el vagón, pero era evidente que tenía más humanidad que toda la Compañía de Ferrocarriles y el resto de acomodados europeos y algunos otros extrangeros que compartíamos recorrido.
Una de las perfecciones de la personalidad es ser sensible a la necesidad ajena. La solidaridad, la justicia, la caridad, y todos esos valores de libro sólo se hacen realidad cuando se desarrolla previamente en la conciencia una sensibilización receptiva de la necesidad ajena. Identificarse en el dolor y la necesidad ajena es el fundamento de cualquier posterior movimiento de solidaridad, porque, si falta la percepción, se incapacita el raciocinio, el juicio y la operatividad.
Analizar las causas de la insensibilización de las conciencias podría estar relacionado con la merma de dedicación a la reflexión interior que la sociedad tecnificada impone a sus usuarios. La evolución acelerada de la técnica, que mejora a diario el confort, también exige una cierta disciplina de atención que nos agobia a estar informados de las últimas aplicaciones a incorporar. Tanto su proyección en la vida particular, como en la profesional, deja cada vez menos espacio para que nos dediquemos a contemplar en qué nos estamos convirtiendo.
La sensibilidad es al esencia de la vida, y en el mundo intelectualizado la sensibilidad será quien marque la ruta de la pertinente evolución. Obviar la importancia de la sensibilidad nos conduce a la inercia de la máquina. Podremos potenciar el bienestar derivado del mecanicismo, pero ¿estamos elaborando un buen futuro?