PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 26                                                                                           MAYO - JUNIO  2006
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 LENTO PASO A LA DEMOCRACIA

 
La realización de la democracia, aunque sea en un modo aún imperfecto, sólo se ha conseguido tras muchos años de maduración de las relaciones sociales y la toma de conciencia colectiva del valor de la libertad personal. Pero ese proceso, cuya dinámica interna presenta muchos claroscuros, sólo puede considerarse consolidado cuando las personas racionalmente lo asumen como sistema, o sea, como formas modélicas de las efectivas relaciones políticas. La dificultad para asimilar cualquier sistema depende del grado de connaturalidad que adquiera para el sujeto; hay sistemas muy consolidados que se asumen con mucha facilidad, porque forman parte de la cultura paterna, frente a otros con los que cuesta mucho familiarizarse porque irrumpen trasversalmente en la propia tradición. La democracia, por tanto, es un hecho político cultural por el que la persona, una vez asimilada y contrastada su esencia, se adhiere a concebir la estructura de derecho mutuo.
Cuando el mundo occidental proclama la democracia como modelo universal de relación política, no debe olvidar los muchos años que ha costado llegar hasta la situación actual y, por tanto, la dificultad intrínseca para su asunción por todas las comunidades. El mismo ejemplo de las políticas occidentales de colonialismo y las confrontaciones europeas de los últimos siglos enseñan que sólo con mucha dificultad se asimila la democracia a la justicia y cuánto cuesta que los ciudadanos convivan bajo su norma como hecho cultural públicamente aceptado.
Si hubiéramos de considerar en una regla el espíritu de la democracia podría ser enunciada como el sistema que requiere la percepción del derecho ajeno tanto como el propio. Este enunciado representa una revolución social -lo es la democracia- porque esencialmente el hombre aspira a dominar el poder para imponer su derecho y desde él interpretar las relaciones sociales. Percibir la igualdad de derecho de todas las personas y comprometerse socialmente en su salvaguarda representa una evolución cultural que sensatamente no puede presumirse sin un gran esfuerzo educativo.
Según la cultura y la tradición de cada pueblo se identifique en más o en menos con la distribución de la justicia y la consideración de la igualdad entre las personas será más o menos dificultoso su incorporación a los principios democráticos. Por ello la progresiva implantación mundial del sistema estará muy relacionado con dos aspectos: 1º La promoción de la enseñanza que permita la elevación del nivel cultural de los pueblos. 2º El ejemplo social de los pueblos que se presentan como ejemplares del sistema.
Como cualquier sistema social la democracia se justifica desde sus progresos en la asignación de los derechos y la realización de la justicia. Cuando de la aplicación de la política democrática de una comunidad se siguen progresos en esos objetivos, la conciencia democrática se reafirma; pero cuando lo que se produce es el efecto contrario, o sea, el colapso en la efectiva aplicación de la justicia, las convicciones democráticas se tambalean si no se hayan profundamente arraigadas en una cultura intelectual que distinga los valores en sí, dentro de la limitación de todo sistema social.
Formalizar una estructura democrática para un pueblo que culturalmente no haya asumido sus valores podrá favorecer su desarrollo, pero lo que no puede es distraer la atención de que ese país ya esté democratizado. La democracia, en lo que se define como gobierno del pueblo, exige para la viabilidad íntima de su naturaleza que sea la ciudadanía quien desarrolle sus valores, los que en muchos casos pueden entrar en colisión con lo que las costumbres le enseña e impone. Esa transformación en la concepción personal de la participación política va unida a los medios necesarios para un mejor desarrollo individual. La marginación social, económica o cultural en la que se debaten muchos pueblos es el mayor lastre para correr hacia el ejemplo democratizador de Occidente, donde condiciones muy distintas hacen posible el ideal de esa realidad.
La esperanza de que el mundo evolucione hacia las democracias en un proceso más acelerado de lo que lo hizo Europa quizá esté en la nueva dinámica que el progreso presta a la sociedad. La globalización de las ideas tiene como referente de libertad a las democracias, y si bien contra sus ideales chocan muchos conservadurismos sociales, no menos cierto es que un universo de pueblos densamente poblados de jóvenes aspiran a superar el marco cultural de sus mayores por el anhelo de los nuevos aires de libertad que le llegan por la dinámica imparable de la comunicación social.
La evolución cultural es la mayor garantía de ampliar el ámbito de la civilización democrática, siempre y cuando los intereses cruzados de las superpotencias no estimen un peligro tanta libertad y malogren con los hechos lo que de palabra demandan.