MISIÓN
De la observación del ser humano en la naturaleza se puede colegir que existe una abismal diferencia respecto a los demás seres vivos, fundamentalmente porque recrea el espacio material para su uso y disfrute construyendo instrumentos muy complejos con los que domina no sólo el entorno, sino en gran parte supera su propia limitación material, por eso el interés de la metafísica antropológica sobre la razón última de ese muy especial acontecimiento de la naturaleza.
Como método de trabajo se pueden suponer que tal capacidad es: accidental, sustancial o trascendente.
1º Entendemos por accidental si consideramos que la especial capacidad que observamos en el ser humano no es más que el resultado fortuito de una combinación de elementos, desde el grado atómico a formas simples que articulándose convenientemente generan elementos o sustancias cada vez más complejas, entre las cuales destacan los seres vivos. El hombre representaría a su vez el culmen de combinación de elementos vivos, que no sólo le dotan de una capacidad vital similar a otras especies de animales, sino que el grado de combinación de determinadas partes constituyendo órganos sensoriales le han llegado a conferir la posibilidad de discernir y abstraer un conocimiento creativo respecto al entorno exterior.
2º Considerar la capacidad humana como sustancial exige pensar en un ordenamiento intrínseco de la naturaleza, cuyo objeto último es constituir formas sustanciales desde las más simples a las más complejas, en las que todas alcanzan su fin en ser como son y en servir a construir o constituir las superiores. En la cúspide de esa pirámide de entes sustanciales estaría el hombre, por estar dotado de la perfección de un conocimiento racional, y que no debiendo servir para otro ser más complejo se emplea en desarrollarse y perfeccionarse a sí mismo.
3º Considerar la capacidad humana como trascendental supone la existencia de entes inmateriales o espirituales que se unen a cuerpos materiales formando seres vivos dotados de intuición que les faculta para interpretar toda la naturaleza desde una perspectiva superior, por la que ordenan sus recursos de forma creativa para consolidar los fines intuidos como perfecciones o bienes.
Cualquiera que sea el supuesto aceptado, el segundo grado de la inquietud de la metafísica antropológica es si su acción sobre el entorno es fortuita o una misión intrínseca a su naturaleza, entendiendo como misión la facultad para desempeñar un cometido.
Si se parte de que toda la naturaleza humana es accidental, sería muy difícil considerar posible una misión más allá de la que cada accidente intrínsecamente reporta. La facultad humana sería el resultado accidental de la combinatoria de sus elementos constituyentes, lo que nunca la facultaría como un proyecto creativo, siendo todos sus actos determinados y su libertad difícil de predicar si no es como autoconciencia de las percepciones recibidas. La naturaleza humana, a su vez, sería un elemento accidental en el proceso de continua transformación, y su acción sobre el entorno una misión accidental de efectos muy negativos por las perturbaciones introducidas sobre la natural evolución del cosmos.
Cuando se considera como tesis de que la naturaleza humana se integra en un proceso de concatenación de sustancias ordenadas, entender la misión de la misma sería reconocer su facultad para conocer el orden existencial y valerse del mismo para poner las formas más inferiores a su servicio, bien directamente mediante el consumo, o por su transformación basada en la percepción sensible de cómo en la naturaleza se integran distintas formas para constituir otras derivadas o compuestas. La esencia de su misión estaría en reconocerse como forma conclusiva, la sustancia álgida de la naturaleza, y por tanto su proyecto no es superarse a sí mismo sino perfeccionarse reordenando el entorno para su bienestar.
Cuando se admite que la capacidad humana es consecuencia de la unión de un ente trascendente con otro corpóreo o material, la misión se contempla como un proyecto de realización de las intuiciones creativas espirituales sobre el conjunto de elementos o formas materiales que rodean la existencia humana para, mediante el conocimiento intelectual, realizar las transformaciones necesarias para colmar sus apetencias.
Contemplado en su conjunto, la misión humana como facultad para desempeñar un cometido introduce una modificación en la naturaleza circundante cuya valoración no debe quedar obviada por lo que la misma pudiera afectarle negativamente en el objetivo de alcanzar su bienestar, porque la misión humana debe proyectarse para el conjunto de su naturaleza, y no para un individuo o una generación singular, y muy bien podría seguirse que alcanzar fines inmediatos de satisfacción estuvieran alterando el orden de tal modo que tergiversaran el cometido más intrínseco a su esencial misión.