PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 29                                                                                           NOVIEMBRE - DICIEMBRE  2006
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CERTEZAS Y DUDAS

 
Desde que Descartes definió que el saber sólo seguía a las ideas claras y distintas que no integraran dudas racionalmente no justificadas el conocimiento humano parece haber establecido en la duda su referencia de todo aquello que no puede ser empíricamente probado. Este progreso que Descartes quiso indicar como método filosófico fue degenerando desde el relativismo al escepticismo, para terminar relegando a la duda cualquier conocimiento del objeto propio de la metafísica, porque la reflexión sobre el ser escapa en casi todas sus indagaciones a la preceptiva justificación práctica que lo sanciona. No sólo se ha llegado así a negar la ciencia metafísica, sino la esencia de la verdad que la naturaleza contiene fuera de las relaciones lógicas que se predican de la materia.
Esta recesión famélica de la metafísica no se proyecta sólo sobre el contenido del saber filosófico sino que ha trascendido como estructura de pensamiento, de tal modo que la generalidad del razonamiento humano no se orienta al conocimiento de la verdad, sino que anclado en la legitimidad de la duda rehusa la posibilidad de la fundamentación de la verdad. El escepticismo ahonda en una sociedad que carente del sentido último de la razón se gobierna por el énfasis de las sensaciones.
Relegar la razón por la dificultad que la misma entraña para alcanzar las verdades esenciales de las relaciones  y las cosas no es sino negar el objeto propio del conocimiento, que no está en la aprehensión de la duda sino en la verdad. Dudar forma parte del proceso crítico especulativo por el que la razón se aplica para la progresiva aproximación a la verdad más esencial del ser, pero lo que puede ser considerado como una estación del método no puede alcanzar condición de fin. La duda razonable representa un periodo del proceso pero nunca el fin último del conocimiento, cuya finalidad será siempre superar los obstáculos para alcanzar una certeza.
El escepticismo instalado en el pensamiento contemporáneo ha elevado la duda a la categoría de verdad, de modo que la misma no sería contenido del conocimiento cierto, que se rehusa como inalcanzable, sino la relativa posibilidad de contemplar todo cómo lo que puede ser en algún aspecto al mismo tiempo que podría no ser desde cualquier otra perspectiva intelectual.
Este invertido procedimiento del conocer no puede sino ser denunciado por la filosofía que aspira a considerar la certeza como el propio objeto de la razón, exigiendo que, el menos, para propiciar el progreso intelectual, se conceda a la certeza el mismo grado de respeto que se aplica para la duda. Considerar intolerante cualquier afirmación razonada de la predicación metafísica de la verdad supone de hecho negar que el conocimiento humano pueda alcanzar su fin propio, lo que es lo mismo que negar la entidad del saber. Es esta actitud de intolerancia hacia las certezas, que tras haber estudiado se defienden, la que retiene en gran parte el progreso intelectual, al menos tanto como la que podría seguirse de no considerar la duda cuando el progreso especulativo inquieta las certezas anteriormente sostenidas.