PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 3                                                                                                    AGOSTO-SEPTIEMBRE 2002
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CAMINOS SEGUROS






Hasta mediados del siglo XX la máxima velocidad que alcanzaba en tierra el hombre para sus desplazamientos era la de un caballo al galope. Desde entonces la escalada de velocidad no ha cesado. Las distintas máquinas han permitido al hombre desplazarse con más celeridad, aun cuando ello ha conllevado la aparición de los accidentes de automóvil, que posiblemente han sustituido a los antaño producidos por caída desde el caballo.

Que haya accidentes en la circulación de vehículos es inevitable, ya que por su misma condición de accidente asume la componente de fortuidad e imprevisión.
Para que los coches se desplacen se construyen carreteras y autopistas. Estas modernas vías de comunicación tienen un componente esencial para la seguridad de sus usuarios: que estén correctamente trazadas.
El buen firme es una invitación a la velocidad. Con vehículos de gran potencia la tentación está servida. Pero ¿los demás elementos de los viales están adecuados para permitir esos desplazamientos a gran velocidad sin riesgos?
El hábito de conducir es una práctica que responde a la secuencia de reflejos condicionados. Todo lo que no se planifique de acuerdo a esa forma psíquica de habilidad puede ser capaz de provocar el accidente.
Como ejemplos, podemos tratar brevemente algunas anomalías que se pueden observar en países desarrollados de la UE.
  • Carreteras trazadas sobre antiguos caminos. Con abundantes curvas que frecuentemente no cumplen las condiciones adecuadas de radios de giro, acuerdos en cambios de rasantes, intersecciones nos núcleos urbanos, etc.
  • Falta de visibilidad en las señalizaciones por ocultarlas la vegetación circundante.
  • Inexistencia o escasez de longitud en vías de aceleración para incorporación a carreteras principales.
  • Deficiencias en la coherencia de la indicación de rutas y destinos. Toda información que admite duda genera inseguridad.
  • Falta de vías alternativas para desplazamientos de vehículos incompatibles con los automóviles (carros, bicicletas, tractores, etc.)
Sería interminable una lista de posibles deficiencias en las carreteras imposible de recoger en este artículo, que no pretende más que servir de reclamo de que en la seguridad vial no sólo corresponde a los conductores la responsabilidad de la prevención. Existe responsabilidad, y no poca, de gobernantes, ingenieros, constructores, en general, de todos los que intervienen en el proceso de la promoción de las carreteras.
Con frecuencia oímos hablar de los puntos negros, lugares donde por la reiteración de sucesos ya no habría que hablar de accidentes sino de consecuencias previsibles debidas a la deficiente seguridad de esos puntos de circulación.
El trazado de una vía de circulación debe ser coherente en todo su recorrido. Existen autovías, en algunos lugares, cuyas condiciones de seguridad dejan mucho que desear. Por ejemplo, el que en determinados tramos desaparezca el arcén, que presenten curvas inadecuadas aunque se señalicen convenientemente. Insisto que el acto de conducción de vehículos es un hábito de reflejos condicionados, donde la capacidad de respuesta del organismo es siempre inversamente proporcional a la falta de expectativa.
Cuando en comunidades, como la UE, cada fin de semana se cuentas por miles las personas fallecidas o gravemente afectadas por accidentes, no es un asunto de menor responsabilidad para los gobernantes el planificar metódicamente las condiciones adecuadas para cada vía, en función de su relevancia, y llevar a término su estricto cumplimiento, buscando el deseado factor de riesgo = 0.
Mientras existan puntos negros en la carretera, constarán como borrones en las hojas de servicio de los políticos a quienes correspondan, y responsabilidad sobre su conciencia.