PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 30                                                                                           ENERO - FEBRERO  2007
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EL ESFUERZO LABORAL


La relación del hombre con su entorno le determina el grado de beneficios que es capaz de obtener de la naturaleza. Cuando el hombre no se esfuerza la naturaleza le ofrece los mismos medios de subsistencia que a cualquier otro ser vivo, pero el ser humano posee el don de la creatividad por el que ha desarrollado una  actitud de interpretación de los recursos naturales modificándolos de tal como se producen espontáneamente a la forma conveniente en que le favorecen más. Esta adecuación de su entorno no sólo es fruto de su creatividad, sino también de su permanente y continuado trabajo de generación en generación.
En los nuevos tiempos parece que la tecnología hubiera de desplazar al esfuerzo del trabajo ya que cada vez más la mecánica y la computación le redimen de una gran parte del esfuerzo físico. Consecuentemente podría pensarse que el dominio de la creatividad ha desplazado al trabajo y que el esfuerzo humano tiende a ser superado. Por esto en la educación se relajan los contenidos de esfuerzo personal para potenciar las dotes imaginativas, como si cualquier proyecto imaginario fuera ya una realidad con haber sido pensado.
Hoy como ayer, todo progreso exige la conjunción de la creatividad con el esfuerzo laboral que lleva a término la transformación de la naturaleza, porque ésta sola ni se adecua ni se somete a los requerimientos humanos. La necesidad del trabajo se sigue como la línea ejecutiva de cualquier proyecto creativo, y todo trabajo requiere un esfuerzo para el que el hombre debe estar convenientemente mentalizado. El verdadero beneficio que reporta cualquier creación intelectiva no se obtiene hasta su desarrollo ejecutivo, que es el que consolida la efectiva aplicación del efecto sobre el bienestar humano. Sólo con la imaginación el hombre puede lograr beneficios espirituales, pero la realidad material que le constituye le exige el trabajo al que no ha de sustraerse.
Una característica del trabajo humano que sigue a su creatividad científica -entendiéndose ésta como la que se construye sobre una evolución lineal del saber- es la constancia. Las intuiciones creativas se presentan como atisbos de aplicaciones prácticas, pero que se consoliden como las mismas exige un trabajo intelectual que a veces aúna el esfuerzo de grandes equipos de personal en un periodo dilatado de tiempo. Piénsese en el desarrollo de los ámbitos de la biología, la física atómica o la ingeniería de nuevos materiales. Cada logro se sigue de un intenso y constante trabajo que requiere el esfuerzo de muchas personas, esfuerzo que por ser en gran medida intelectual no limita ni el cansancio ni el agotamiento.
La mentalización del esfuerzo laboral sigue siendo, como siempre, una necesidad para el progreso y como cualquier otra realidad humana debe interiorizarse como un hábito de la voluntad para que su efectividad no choque de continuo con la tendencia a la relajación.
De hecho podrá considerarse como la primera creatividad humana la percepción de su capacidad de trabajo para ejecutar cualquier idea de transformación, porque todo lo que se da en el ser se conjuga en lo sensorialmente aprendido, pudiéndose admitir como necesario el saberse capaz de para generar cualquier idea como ejecutable.
Si se desestima el esfuerzo del trabajo, la sociedad estaría abocada a la recesión, porque no sólo no se generarían nuevos progresos, sino que la creatividad anteriormente consolidada se iría paulatinamente deteriorando por la relajación del esfuerzo que requiere permanentemente su realización y mantenimiento.
Abandonar la idea del esfuerzo laboral personal representa por tanto una cierta insolidaridad, porque de ella depende el bienestar general que requiere la concurrencia alícuota de todos los ciudadanos, resintiéndose la sociedad entera por el abandono de quienes burlan su contribución.