PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 30                                                                                           ENERO - FEBRERO  2007
página 8
 

ENSEÑANZA POR APLICACIONES


La tarea primordial de la humanidad para transmitir el progreso es la enseñanza. La limitación natural de la vida humana exige una concatenación de relevos culturales para que al menos los conocimientos se conserven de generación en generación, lo que exige que se favorezcan las condiciones de aprendizaje para que no se diluya el saber.
Puede parecer un absurdo el que entre generaciones se mitigue el acerbo de conocimientos, pero basta leer la historia para asegurarnos que eso no sólo es posible sino que ha sido una constante tras los progresos de las grandes civilizaciones. Por ejemplo valga la obscuridad cultural de la Edad media frente al esplendor de la cultura clásica. Existen hechos que favorecen el retroceso de los pueblos, y uno de ellos está en un deficiente método de enseñanza que fidelice la transmisión del conocimiento por el interés en el aprendizaje. Como el hombre debe aprender todo, su educación será proporcional a los medios que su entorno le ofrezca y al interés que en ello empeñe.
Todos sabemos que aprender exige un esfuerzo y que en general es mayor el gusto por el juego y las diversiones que la ardua tarea de estudiar. Hacer por tanto lo más llevadero y asequible ese esfuerzo debe ser una constante de todas las personas implicadas en ese cometido en la sociedad: padres, profesores, tutores, etc.
Dentro de esa disciplina que es la pedagogía, cuyo objeto es el bien enseñar, existe un método que tiene un especial interés y que es el de mostrar las aplicaciones prácticas que conlleva todo aprendizaje. Durante muchos siglos la enseñanza se sostenía sobre el desarrollo de la memoria, porque esa facultad es esencial para toda la actividad mental, pero se olvidaba que fijar los conceptos en la memoria se logra con mejor rendimiento cuando se estructura el por qué y el para qué de aquello que debe ser retenido. En la memoria se fijan no sólo  los conceptos sino también las relaciones, y cuanto más énfasis se ha puesto en fundamentar las relaciones éstas quedan más grabadas y fijados los conceptos que entran en relación con ellas.
En la persona ignorante se presume que como ser intelectual posee la inquietud por saber, y ese es el punto de apoyo que debe aprovechar el enseñante para lograr el propósito de transmitir el conocimiento. Si el método ignorase incorporar la aplicación del saber, su esencia teórica podría relentizar su eficacia porque al desconocer la incidencia práctica que ese saber tiene para la vida real la mente se ejercita menos en esforzarse por retener algo que quizá nunca le pueda valer.
La nueva pedagogía, por tanto, debe girar en despertar la curiosidad y en dar siempre respuesta a esa inquietud. Todo lo que aprendemos tiene una aplicación, y según se conozca esa función se nos hace más llevadero el esfuerzo del aprendizaje. Conocer una retahíla de nombres de ríos y obras literarias no tiene realmente interés si no se ubican esas materias en un contexto vital. Es mucho más importante conocer las peculiaridades de esos ríos, sus trazados, sus vinculaciones históricas... porque conocer el nombre del río no representa saber nada de ese accidente.
Durante siglos se enseñaba decontextualizando el saber, en cambio hoy desde las escuelas infantiles se busca  captar el interés del pequeño porque se le manifiesta cómo lo que está aprendiendo le va a valer para algo. Esa enseñanza práctica es la que fundamenta el aprendizaje favoreciendo el interés por asimilar, lo que propicia más tarde incluso una mejor disposición del ánimo hacia conocimientos tan abstractos como pueden ser las matemáticas y la filosofía.
Aunque no pueda abarcarse en profundidad es relevante que quien enseña muestre cómo la física o la química elemental están en la base de todos los progresos científicos, y por tanto ejemplificar ya en las enseñanzas más simples alguna aplicación de lo que se hace.
La disciplina intelectual no es innata, y aprender a difundirla como un bien es consecuencia de saber enseñar cómo interesarse por el por qué de las cosas. Cuando el alumno no percibe que el esfuerzo del aprendizaje colma sus expectativas y sus curiosidades es muy posible que adopte una posición pasiva. Cuando en sucesivas generaciones se establece esa pasividad, la sociedad entera se contagia y casi imperceptiblemente decae cualquier conocimiento más allá de lo trivial, lo que puede generar si no un retroceso sí un estancamiento del desarrollo.