PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 35                                                                                          NOVIEMBRE - DICIEMBRE  2007
página 3
 

FAMILITIS


Cuando los filósofos medievales estimaban que "in medium virtus" venían a juzgar que la pasión por lo mejor a veces conduce a reordenar la vida en torno a una motivación con abandono de otras facetas que también deberían ser cultivadas. La virtud como hábito facilita el ejercicio de un bien, pero si ese bien monopoliza la atención de la voluntad se podría dar un descuido de otras obligaciones que dificultasen la adecuada realización de la persona.
La familia constituye el ámbito próximo de la inserción social del hombre, y para los padres representa el quehacer primordial de educación de los hijos, lo que exige el esfuerzo personal de generar los medios del sustento, el cuidado de su salud, la formación de su conciencia y la transmisión de los valores. Ese empleo, que absorbe una gran parte de las energías durante un periodo importante de la vida, se ve más o menos agradecido por los resultados en virtud de factores externos a la dedicación de los padres. Esto debería ayudar a considerar cómo el influjo social constituye al tiempo un factor de incidencia en el sistema familia que no debe ser minusvalorado, así como que el fin de los hijos no está en desarrollarse en la familia sino en el propio ambiente que habrán de crear en el entorno social que les corresponda.
Muchos padres sucumben a la ansiedad derivada del temor a que sus hijos "se pierdan" y diseñan un círculo de influencias absolutamente controlado para gobernar la configuración de su personalidad. Ese esfuerzo que con frecuencia se constituye como un hábito, cuando no como una obsesión, es en una gran parte de los casos contraproducente para padres e hijos; para los padres, porque ese interés puede que les distraiga de otras obligaciones pensando que el único destino de su vida es velar por la familia; para los hijos, porque un excesivo celo en la atención y cuidado les hace caprichosos y no les educa para defenderse personalmente de los avatares que en la vida les aguardan. Por ello, como en todo, la virtud de la atención familiar debe sostenerse en un punto medio que contemple la educación en la libertad.
En la medida que los padres consideren que su vida no se agota en los límites de la propia familia serán más receptivos a valorar los derechos de los hijos de las demás familias, no como ámbitos independientes sino como una responsabilidad común. De algún modo es proyectar el bien que se da a lo propio hacia los de más allá, haciendo de ello un ejercicio de educación que trascienda a los hijos, para quienes el círculo de los beneficios no se reduzca a la consideración de lo que perciben sino también a lo que la familia comparte con el resto de la sociedad.
Quienes piensan que todos los derechos sociales deben articularse en y desde la familia parece que olvidan que existen muchas familias desestructuradas y que ello exige que la promoción de muchos derechos los ejerza directamente la sociedad facilitando la integración de los hijos de las distintas familias. Ello no merma la responsabilidad de los padres en su tarea específica, sino que amplía su campo de actuación al trabajar solidariamente por el bien de todos los menores.
Abrir o no la familia a la sociedad puede reflejar la propia personalidad de los padres, quienes según son más celosos de su sistema de vida la pretenden trasmitir o imponer a los suyos como un bien. Pero, a veces, esa actitud no se sigue de una evaluación objetiva sino de pareceres subjetivos o costumbres sobre modos de ser que ignoran la realidad social de cada momento, lo que entraña el peligro de formar a los hijos en criterios de desencuentro con el entorno social.
Las familitis, como pasión desbordada hacia la familia, en muchos casos puede llegar a representar una afirmación del subconsciente que considera a los hijos como propiedad, como parte de lo que, como consecuencia de la propia iniciativa, a uno le pertenece, desfigurando esa pasión que los hijos, como seres humanos, se pertenecen a sí mismos. Ee ahí que el valor esencial de la educación sea realizarla en libertad.