PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 35                                                                                          NOVIEMBRE - DICIEMBRE  2007
página 4
 

LA RELACIÓN ANIMAL

Las muchas especies de seres vivos que en la naturaleza se encuentran generan el que entre ellas haya de producirse relaciones que podríamos clasificar como de convivencia y de supervivencia. Unas y otras, que a veces suponen la contraposición de intereses, son igualmente consecuentes a la naturaleza de cada especie, que según su potencial biológico las hacen más o menos vulnerables. En ese conjunto de especies se encuentra la humana, obligada a relaciones de convivencia y supervivencia con las demás especies animales.
Aunque en un tiempo pasado la especie humana debió ser bastante vulnerable, hoy en día, gracias al desarrollo de su inteligencia, domina sobre casi todas las demás marcando el tipo de relación que desea mantener con cada una de las clases animales.
La ley por la que se gobierna el hombre es la misma que la de todas las especies, consistiendo en anteponer las relaciones de supervivencia a las de convivencia. De ello se sigue que utilizará a los animales primariamente con el fin de su sustento y ayuda en el trabajo, también en muchos casos para su ocio, y en un grado posterior definirá sus hábitos de convivencia con cada especie animal según sus preferencias y afinidad.
Como la inteligencia humana es consecuente, se interroga sobre la conciencia que debe mantener con las demás especies y, si no todos los hombres presentan esa sensibilidad, algunos grupos especialmente motivados ejercen de conciencia colectiva e interpelan el resto de la sociedad sobre la calidad de las relaciones de convivencia con los animales.
Cada hombre está asistido en su conciencia por unos principios morales y éticos por los que dirige el ejercicio de sus acciones, al menos de sus intenciones, y en ellos debería figurar sus propios criterios de comportamiento hacia los animales. Desde la moral, podría ser que, derivado de creencias de vínculo religioso, de tendencias animistas o de criterios filantrópicos, se asignaran a determinados tipos de animales valores especiales, positivos o negativos, que marcaran con normas especiales su relación. Desde el punto de información ética, la convivencia con las demás especies se asienta en lograr el máximo de bien derivado de los actos humanos, siempre considerando prioritaria la aplicación del bien para las personas.
Con esos principios, normalmente los seres humanos no consideran problemas de conciencia en el sacrificio de los animales con finalidad de proveer a su alimentación, porque ello es lo que realizan todas las especies, al menos consumiendo sustancias de vida vegetal. Como ello está informado desde las relaciones de supervivencia no parece que admita contestación alguna, porque de su crítica se seguiría la inmediata fulminación de la especie humana. En todo caso, y eso se especula desde algunos círculos, sería cuestionar cuáles y por qué unos animales merecen más consideración que otros. Siguiendo criterios objetivos, fuera de lo debido para la  conservación de las especies, esa singularización se debe más a afectos subjetivos en los que, por costumbre o efectos de determinadas impresiones, se consideran a unos tipos de animales más apreciables que a otros.
Salvado el escollo que supone las relaciones hombre - animal por motivos de supervivencia, interesa hacer algunas consideraciones en torno exclusivo a las relaciones de convivencia. La cuestión que ese plantea una parte importante de la sociedad es saber hasta qué punto es lícito justificar un daño sensible a un animal porque de ello se siga una satisfacción o entretenimiento para una persona o grupo de ellas. Desde la perspectiva ética, la norma de actuación es hacer el mayor bien, y entre esas aplicaciones está la de ejercer el bien con la naturaleza, lo que implica el respeto a los animales que suponen uno de sus estados de perfección más próximos al hombre. Algunos aducen que el bien que pueden reportar al ser humano el sometimiento a los animales a determinadas padecimientos radica, en su último término, en enaltecer su conciencia de superioridad, en especial porque pone en juego su destreza intelectual frente a las características de fuerza, sagacidad o poder de otras especies. Aquí lo que para unos es positivo, otros lo consideran una manifestación del primitivismo humano que debería ser educado para una mejor comprensión de su relación con la naturaleza.
La condena a maltratar a determinados animales parece haberse instalado en la conciencia, e incluso en los marcos jurídicos, de algunos colectivos, cada vez más; pero lo que aún precisa mucha maduración es interiorizar hasta qué punto se justifica el que el hombre se divierta a costa de ejercer un deterioro sobre cualquier otro ser vivo, donde si lo que aprecia como un bien no lo es sólo por la imperfección de su conciencia.