MEDICINA DE PREVENCIÓN
Cada vez son más los organismos médicos que recomiendan las exploraciones para evitar que las enfermedades tengan que ser tratadas cuando la contundencia de su manifestación haga más difícil o quizá imposible su curación. Esto no sólo alivia en mucho la calidad de vida de los pacientes y es una importante mejora para el entorno familiar de los enfermos, sino que también representa una ventaja a la hora de aplicar los recursos económicos sociales ya que es más ventajoso prevenir que curar.
Estos mensajes, que se difunden con mucha frecuencia desde los órganos rectores de las instituciones de salud, no llegan a concretarse en una real medicina preventiva por diversos factores, unos debidos a los sistemas sociales de salud y otros a la endémica cultura sanitaria de los ciudadanos. Si no se mejora la disposición de la sociedad para aprovechar los muchos progresos que la ciencia depara en el campo de la medicina, optimizando las prestaciones que ésta facilita, se estará demorando una gran oportunidad para disfrutar de un salto cualitativo trascendental en la medicina.
Algunos condicionantes que se oponen a esta política sanitaria de priorizar la prevención son:
1º La falta de conciencia sobre la fragilidad del cuerpo humano y de su normal proceso de deterioro hacen que muchas personas se consideren con una salud indemne, frente a los estudios estadísticos que indican cómo los daños se originan según los riesgos y por ello es aconsejable secuenciar las revisiones para paliar en sus inicios las enfermedades que se están gestando con nula o escasa manifestación de síntomas.
2º El temor a ser víctima de una enfermedad crónica inhibe sicológicamente a muchas personas de someterse a revisiones preventivas. Esa autodefensa a veces se sostiene desde la concepción de que la conciencia de salud constituye una auténtica barrera al desarrollo de las enfermedades, y que la debilidad humana está ligada más a causas sicológicas que orgánicas. Esta mentalidad, que la ciencia genética y los estudios epidemiológicos desarman cada día, aún tiene relevancia en la sociedad y favorece una pasividad a asumir la medicina preventiva como un gran progreso.
3º En la aplicación de los recursos sanitarios se produce que la medicina preventiva exige un esfuerzo de medios cuando se solapa con una anterior carencia de la misma, ya que se ha de acometer la doble tarea de dedicar tantos recursos a sanar como a prevenir. Eso incide en la demanda de especialistas y en los costes sociales tanto para la medicina pública y las entidades aseguradoras, como para los particulares.
4º En el caso en que los particulares se atienden personalmente los costes médicos, salvo quienes cuentan con solvencia económica holgada, lo normal es que la prevención médica no ocupe un lugar destacado en la dedicación de los recursos, porque, al no exigir una atención inmediata, lo habitual es dirigirse a paliar otras necesidades que se estiman más convenientes. Muy especialmente esto se da en las familias, ya que, con olvido de sí mismos, los padres suelen dedicar los más de los recursos a los hijos.
5º En los casos en que la sanidad pública es quien dispensa mayoritariamente el servicio de salud, la disposición de los medios adecuados se sigue de toda una política económica, la cual prioriza la atención en función tanto de la cantidad de recursos que se destinan como de la eficacia con que se gestionan. Por tanto, los programas de prevención difundirán su efecto si además de estar en las planificaciones oficiales cuentan con recursos técnicos y personales suficientes para la atención de los pacientes siguiendo los protocolos establecidos y atendiendo la más pequeña sintomatología sin demora. Si por masificación o desidia se produce que la consulta a los especialistas y las pruebas cínicas se demoran semanas o meses, toda la política de prevención cae en la más rotunda ineficacia.