PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 36                                                                                          ENERO - FEBRERO  2008
página 7
 

KYOTO, VALOR PERSONAL


Los protocolos internacionales pactados entre los gobierno de las naciones para mejorar las perspectivas de futuro del planeta presentan una doble lectura:
1ª La de la acción de los gobiernos para comprometer el sistema legal propio con los acuerdos internacionales.
2ª La concienciación ciudadana acerca de las responsabilidades nacionales con el entorno internacional.
En democracia, la acción ciudadana es el sustento de la acción política, no sólo en lo que compete a la elección de sus gobernantes, sino también porque la conciencia de libertad que potencia la democracia debe  actuar como acicate de responsabilidad para los ciudadanos. Un pueblo se identifica tanto más con la democracia en cuanto se asumen individualmente las decisiones de respeto y progreso social, entre las que destacan las de protección de la naturaleza. Optimizar los recursos no se corresponde con el mero cumplir las leyes, sino asumir éstas como un marco mínimo de gestión al que debe seguir una voluntad ciudadana de compromiso personal.
Tanto desde el ámbito de consumidor como el de profesional, las actitudes personales son fundamentales para respaldar los compromisos negociados entre los políticos en los foros internacionales, porque una buena parte de los resultados -al menos en este tema de conservación de la naturaleza- están ligados a la forma de vida que se acepta para la existencia.
Si la industrialización ha generado un modelo de vida opulento, en el que los sueños del bienestar se han hecho realidad para una parte de la humanidad, ello ha sido a costa de un alto consumo de materias primas cuya trascendencia sólo después de décadas de disfrute comienza a ser evaluado. Conforme pasan los años el riesgo derivado del consumo se multiplica debido a dos parámetros principalmente:
1º Qué los hábitos de las generaciones criadas en el bienestar no valoran cuanto disfrutan.
2º Un mayor porcentaje de la humanidad progresivamente alcanza acceso a formas de vida más confortables que implican seguir modelos consumistas.
Estos dos parámetros, que amenazan variar geométricamente los índices de agotamiento de la naturaleza, son los que han incidido durante los últimos años en la conciencia de los países ricos moviéndoles a reconsiderar si su carrera hacia el confort y el bienestar no supone de hecho la paulatina destrucción de un hábitat a legar a las futuras generaciones.
Esa conciencia, nacida en movimientos ciudadanos marginados por la política, ha terminado por convertirse en conciencia colectiva, pero el gran peligro sigue siendo el que cada cual piense que la enmienda es un problema muy general y poco particular. De igual modo que las primeras  sensibilidades surgieron de la singularidad ciudadana, el remedio, en gran medida, depende de la responsabilidad individual para priorizar los hábitos ecológicos sobre los consumistas. Adaptar la propia vida y la del entorno de influencia adoptando una política personal de ahorro energético y de materias primas, favoreciendo el reciclaje, es la base para que los índices de los protocolos medioambientales de los acuerdos internacionales puedan tener perspectivas de cumplimiento. De poco valdría que los estados se dotaran de leyes restrictivas para el consumo, por ejemplo, multiplicando los coeficientes de aislamiento de edificaciones o imponiendo gasolinas menos contaminantes, si luego el consumidor derrocha la energía al no ajustar la temperatura de su hogar o gastando un índice disparatado de consumo conduciendo automóviles de gran cilindrara y a una velocidad excesiva.
Es muy probable que los tiempos de disfrutar del vehículo propio para todo, de la propiedad de varias viviendas, del calentamiento superfluo de los invernaderos y piscinas particulares, de la refrigeración permanente, del diseño caprichoso, etc. hayan de pasar al recuerdo de una época feliz paro absurda.
La nueva conciencia de futuro ha de forjarse en la sobriedad, considerando el valor de lo que se tienen frente a la ambición consumista de que sólo en la novedad puede saciarse el ansia de satisfección. Vivir personalmente de esa nueva manera, rectificando los hábitos adquiridos, será la única forma de modificar los esquemas vitales de consumo tanto de las nuevas generaciones como del ideal al que aspiran las economías emergentes.
El Protocolo de Kyoto no sólo es una exigencia para los gobiernos, sino que ha de constituirse como un valor para reordenar las vidas particulares de los ciudadanos, sabiendo que en lo que no dañamos la salud de la naturaleza es lo que más beneficio nos reportará en un futuro cada vez menos lejano.