PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 36                                                                                          ENERO - FEBRERO  2008
página 9
 

ENSEÑAR Y EDUCAR


Por eso de que la filosofía ayuda a fijar los ámbitos de la realidad de las cosas, no se me escapa la conveniencia de intentar matizar los conceptos de enseñanza y educación, ya que ambos, a veces, se utilizan como sinónimos, aunque tan sólo lo son en la intersección de sus respectivos campos semánticos.
Sin entrar en muchas implicaciones léxicas, se podría definir el enseñar como la revelación de contenidos científicos, sociales, técnicos, filosóficos, religiosos... que no son evidentes a la intuición mental, y por ello han de transmitirse generacionalmente en el propósito de comunicar el saber que el ser humano a acumulado a lo largo de su existencia. Como el saber universal implica muchas ramas, la enseñanza se fragmenta por materias y contenidos, comunicando a cada persona progresivamente lo que precisa para desarrollarse armónicamente en función de su capacidad y anhelo profesional.
Educar es esencialmente cooperar al desarrollo de la mente en la cultura humana, por la que se potencia el uso adecuado de la abstracción para la mejor consideración del juicio, en especial a lo que atañe a las relaciones entre los seres vivos.
El segmento común de ambas disciplinas se encuentra en primer lugar en los sujetos a quienes se dirige, que principalmente lo constituyen los niños y los jóvenes -quienes han de aprenderlo todo, ya que nacen como en tabla rasa-. Respecto a los objetos materiales ambas disciplinas también se encuentran, ya que a los niños se les ayuda a pensar mediante contenidos de saber, y se les han de transmitir los nuevos conocimientos con la pedagogía de quien enseña a aprender.
Este espacio común de la enseñanza y la educación es lo que propicia la conveniencia de que los profesores en la primera etapa escolar sean únicos, para que impartan coherentemente tanto la educación como la enseñanza según las disposiciones mentales de cada alumno. Más adelante, en la etapa de la juventud, la enseñanza habrá de especializarse por materias, lo que origina que la educación pierda referentes inmediatos de disciplina que deberán ser comprendidos en materias específicas comprometidas con la ética como el correcto uso de la razón en las relaciones humanas.
Progresivamente la educación de los jóvenes se transforma en formación, si entendemos ésta como la disciplina que versa sobre la verificación de las condiciones del propio juicio y su adecuada rectificación. La formación se conjuga en gran parte por el influjo intelectual de la enseñanza de las ciencias sociales, y radica en una progresiva maduración de la razón que dura toda la vida. Mientras para la educación son trascendentes los influjos externos, que el educando tenderá a asimilar como hábitos, en la formación lo esencial lo constituye la experiencia personal, debiéndose impartir como disciplina mediante el acompañamiento que potencia la reflexión sobre las propias ideas.