CRECER POR CRECER
Aun con todas sus reservas, el considerar el incremento del PIB real como el índice de generación de bienestar para los ciudadanos viene siendo como un objetivo social de muchos gobiernos, sin que se tome en consideración la relatividad que el crecimiento tiene en función de la población y que si el PIB crece de una forma poco sostenible lo que se está realizando es una hipoteca del bienestar que futuras generaciones habrán de saldar.
Sin contemplar en estas líneas las repercusiones medioambientales de la economía, quisiera abordar en esta mesa alguna idea que refleje cómo el crecimiento económico medido por el porcentaje de incremento del PIB puede distorsionar el objetivo de mejora económica de las políticas realizadas. Crecer puede constituir una pretensión política que debería mediatizarse en función tanto de los flujos de población como del ahorro del gasto productivo, que constituyen dos elementos fundamentales de toda economía.
Respecto a la relación del crecimiento económico al flujo de población es obvio que el bienestar social lo reflejaría mejor la variación en la renta per cápita que la del PIB, pues aun cuando ésta pueda ser un reflejo de la economía global no lo es realmente para los ciudadanos cuando el incremento del PIB es inferior al del sector de población activa. A una sociedad que crece numéricamente le debe seguir en lógica un PIB mayor, pero ello no constituye un índice determinante de la mejora de la economía global si la relación entre ambos factores no es favorable al incremento del PIB. Además habría que valorar si socialmente ese crecimiento de PIB producido por el incremento de la población se sigue de una política social tolerada en lo que pueda corresponder al aumento de la inmigración.
Crecer por crecer también constituye un objetivo cuestionable en relación a otros proyectos de desarrollo que tuvieran como fin sostener el bienestar en función de generar bienes equivalentes en prestaciones pero cuyo costo económico de producción sea inferior. Ese incremento de la productividad podría distorsionar la lectura de la evolución del crecimiento económico si los beneficios de la misma se repercutieran sobre mejoras en las condiciones de trabajo y no en una obsesión por consumir más.
Cuando una economía cubre con satisfaccción las necesidades de los ciudadanos, el primer objetivo no debe estar en crear nuevas necesidades, sino en centrar el desarrollo en lograr constantemente que los bienes que generan las satisfacciones sean socialmente más rentables, lo que posiblemente no he de reflejarse en un incremento de producción sino en una mejora de la economía productiva. Durante décadas se ha buscado crecer sin percibir que el bienestar no es absolutamente dependiente del consumo. Vivir mejor está más ligado a la intensidad de vida que a la cantidad de medios. Y la calidad no necesariamente ha de seguirse de multiplicar los influjos mercantiles, sino también de ordenarlos socialmente de un modo más coherente.
Esforzarse la economía por utilizar recursos energéticos de más bajo coste debe ser una prioridad que podría aparentar una relentización del crecimiento económico. Otro tanto se puede decir de la política social encaminada a erradicar la especulación sobre la disposición de la inversión y la adquisición de bienes de consumo.
Crecer por crecer, a veces, se sigue de una política de endeudamiento que supone una aventura con destino a un puerto incierto, cuando se queda a merced de las variaciones del interés crediticio. Consolidar también es crecer, aunque para adentro, robusteciendo el propio sistema económico, aunque ello no refleje en el PIB del momento un progreso espectacular.