PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 37                                                                                              MARZO - ABRIL  2008
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DESEQUILIBRIOS ESPECULATIVOS


Existen causas que motivan el deterioro de la economía y, aunque muchas veces las mismas se quieran atribuir a procesos coyunturales, lo cierto es que desde la antigüedad se suceden influjos que no se corrigen, bien porque la ciencia no los considera en su magnitud, o bien porque esa misma ciencia prioriza valores particulares sobre los sociales, de modo que la economía que protege los beneficios de un sector se reconoce como más legítima que aquella que se propone como fin la promoción social.
Un parámetro permanente del conflicto entre la economía particular y la social es la especulación, que tiene por objeto cifrar el valor de algunos productos no en función del valor añadido mediante el trabajo, sino de la posición de necesidad que alcanza determinado elemento en el mercado.
La economía, que no es una ciencia de la naturaleza sino social, tiene sus leyes en función de la lógica de las disposiciones o relaciones que establecen los hombres. Una buena economía social corresponde a unas óptimas relaciones sociales y una economía deficiente es la que se sigue de unas alteradas relaciones entre los partícipes de la comunidad. La bondad de las relaciones habrá de contemplarse según se ajusten al derecho de todos los partícipes, siendo ahí donde la economía entronca con la naturaleza en que se proyecte respetando la propia del ser humano. Una economía que es consecuencia de relaciones injustas está viciada en su esencia, y sus leyes inapropiadas, por más que formalmente fueran exactas. La causa primera se encuentre en la lógica humana que puede concebirse desde la perspectiva del interés personal o desde la del bien común. Si la lógica humana se contempla desde el individualismo, la referencia última de la economía será el poder; en cambio, si se interpreta desde los intereses comunes o colectivos la referencia la constituirá la solidaridad.
La ley del mercado presenta una determinación muy distinta si es concertada para servir principalmente al actor individual o al interés común de todos los partícipes. En el primer caso, los marcadores de la regla serán tanto más positivos cuanto más beneficio logre quien acude al mercado, aunque a ello pueda corresponder un proporcional perjuicio para las otras partes. Tanto como se pueda entender la economía como el valor de tráfico, así es muy posible que se pueda seguir de una descompensación social. Si la especulación hace crecer el precio lógico de los bienes, en la misma medida será beneficio para una parte como perjuicio para las contrarias.
Los bienes que son objeto del mercado, y por tanto de la economía, son de dos clases: naturales o transformados. Sobre los primeros prevalece el litigio de si pertenecen a quien primero los toma, a quien los asume mediante al poder o a todos por igual. En los bienes transformados la pertenencia corresponde a quien a prestado el valor añadido de transformación. Pero cuando los bienes transformados se aplican sobre un elemento natural puede permanecer la controversia de la vinculación originaria de propiedad, pero no el valor del trabajo que lo ha transformado.
Cuando la especulación, para ganar más en una transacción, sobrevalora la mercancía o el trabajo que lleva implícita, se está introduciendo un factor por el que se genera un desequilibrio en la permuta entre lo que se ofrece y lo que se ha de pagar, que no sólo hace que la transacción en sí sea injusta sino que está disponiendo que la parte beneficiada allegue más recursos para seguir en el mercado mientras que la perjudicada cada vez cuenta con menos posibles. Como a su vez el precio está inflado respecto a la unidad de cambio de trabajo, la parte más débil que acude al mercado se encuentra más imposibilitada y sus recursos progresivamente son menores. De este modo la especulación sectoriza a la sociedad polarizando sus capacidades económicas.
Desde un lógica social la unidad de cambio del mercado debería ser la unidad de trabajo, medida sobre todos los parámetros convenientes, pero no la necesidad reflejada en la demanda. Cuando se altera este principio, el valor de la  oferta se rige hasta alcanzar la mayor cuantía que se puede obtener de la demanda. Si las condiciones financieras de los demandantes se ven perturbadas, el poder de atender pagos quiebra y la estructura de precios especulativos apunta a un conflicto económico, que no es producto de la nueva coyuntura financiera acaecida, sino de la sobrevaloración especulativa de los medios económicos aplicados.