PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 38                                                                                              MAYO - JUNIO  2008
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EL SER Y EL QUERER SER


El que las cosas son constituye uno de los elementos esenciales de la metafísica, porque si no tuvieran ser no sería posible realizar ninguna ciencia sobre lo que no es. La aproximación intelectual de la metafísica se realiza desde el cómo son las cosas, porque sin expecificación sería imposible hacer ciencia, ya que todo sería uno mismo, e incluso para tener conocimiento del ser de ese uno habría sido preciso realizar una especificación para conceptuarlo como ser.
Admitida un metafísica del ser, que contempla asimismo los procesos mentales del conocimiento del ser, otro estadio a estudiar corresponde al de la necesidad de la realidad de las cosas y su determinación para ser. ¿Puede lo que es querer ser o querer dejar de ser? La respuesta a esta cuestión metafísica será trascendental, entre otras muchas ciencias, a la etología en lo referente a la naturaleza de la libertad.
Para que algo que es pueda ser especificado desde el querer ser es necesario que ese algo pueda ser abarcado y reducido por sí o por otro ente que lo justifique, no en su ser, sino en su permanencia en el ser, ya que lo que es no puede ser cuestionado en su ser -en todo caso en su modo de ser- pero cabe admitir si su ser puede ser aniquilado, dejando de ser, y si ese acto puede ser propio o necesariamente externo.
El punto de partida para la configuración del proceso de aniquilación del ser de cada cosa radica en la concepción misma del ser propio, ya que, si se atiende a su esencia o naturaleza, cada cosa es según su especificación, y ésta lo es como resultado de una caracterización que hace que que cada cosa que es sea distinta a las demás, bien por la  esencia que comporta o por la singularización material.
Entender el ser de la entidad de cada cosa fuera de su realidad no deja de ser una abstracción metafísica, ya que todo lo que es, porque tienen realidad, es; y todo lo realmente conocido son sustancias compuestas cuya convergencia de sus partes la configuran en un modo de ser, sin que ninguna de ellas haya podido ser simple o carente de composición. Hasta las partículas más atómicas, cada una de ellas con su ser propio, a su vez admiten composición.
El ser de cada sustancia supone su máxima perfección, porque da realidad a la culminación de un proceso de composición cuyos elementos son también realidades sustanciales con propio ser. Esta composición de la materia que genera sucesivas sustancias podría mostrarse como de creación de nuevos seres, pero ello no parece que sea cierto, ya que más bien lo que se produce en la composición es el compromiso del ser propio de cada sustancia componente para constituir otra nueva soportada en el mismo ser.
La concepción física, en cuanto que se rige por leyes determinativas, no permite a los seres querer no querer su ser, dado que cada objeto, desde el átomo al universo, siguen la necesidad que le marca una ley. No obstante puede admitirse que un objeto, aunque no pueda no querer su ser, sí pueda no querer otro ser que le sea ajeno, lo que será posible siempre que pueda abarcar y comprender la realidad externa hasta el punto de modificar la composición que enmarca una ley y aniquilar el ser de un objeto por la desintegración de las partes que lo constituyen y lo mantienen en el ser.
De alguna manera, algunos seres vivos, al menos el ser humano, se margina de la determinación absoluta al ser, pues en el conocer su propio ser puede elegir el querer no ser y poner fin a su existencia. Para que este proceso pueda darse habría que admitir que además de la composición material del hombre la conciencia sobre su propio ser tenga un soporte con suficiente autonomía para abarcar la comprensión defectible de ser corporal. El querer no ser del ser humano, que le mueve incluso al suicidio, induce necesariamente a que el sostenerse en la vida también exige, al menos implícitamente, el querer ser, pues ambas deliberaciones se corresponden a un mismo acto intelectual. Lo que faltaría por resolver es si en el no querer ser que induce al suicidio se busca expresamente la aniquilación del cuerpo como forma de liberación de la conciencia o como medio de destrucción de esta última. En la medida que el ser del ser humano es aprehendido por la conciencia, puede considerarse como algo reducido por  la misma, por la que ella habría de tener un modo de ser más amplio que el correspondiente al cuerpo, lo que exigiría no una composición, sino una unión entre lo que configura el ser material y la propia conciencia, que haría posible no quererse en el propio cuerpo.