PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 39                                                                                              JULIO - AGOSTO  2008
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LA DESTRUCCIÓN O EL AMOR


Aunque para muchos la percepción de la ecología haya sido un efecto de finales del siglo XX, sería injusto que no se rindiera tributo a aquellos pensadores que más allá de la  mitad del siglo difundían en su obra intuiciones acerca de la necesidad del amor del hombre al cosmos que constituye el hábitat que le ampara en su posibilidad de ser. Entre estos hombres que maduran la sensibilidad en esta materia tiene un preferente lugar el poeta español Vicente Alexandre, cuyo poemario La destrucción o el amor ya desde su título advierte de la elección que le resta a la humanidad: la práctica del amor o la progresiva destrucción. La aproximación a esa metafísica poética que eleva al espíritu a considerar las relaciones que hermanan al hombre y a la naturaleza confiere una perspectiva que preconiza cómo sólo el ser humano se realiza si ama en la armonía universal.
Esta metafísica de la relación del hombre y la naturaleza, más allá de la percepción física que el hombre tiene de sí y de la categorización científica de la ordenación de la materia, se enraíza en la pasión de amor con que el hombre se entrega, cuya potencia nada es sin la razón de ser del objeto deseado. Cuando el hombre ama, que es en lo que más se realiza, se proyecta en el objeto, pero sosteniendo su identidad, ya que sólo en cuanto el objeto es propicia la relación y la misma se sostiene en tanto en cuanto ambos seres se comunican. Si el hombre ama absorbiendo la entidad propia del objeto amado procede a su destrucción, aunque no lo perciba como tal, pues pronto no tendrá sino que amarse a sí mismo, lo que constituye la negación del amor que esencialmente es perfección en la relación.
Amar al cosmos constituye un movimiento de la pasión humana anterior a la percepción intelectual de la utilidad de cada cosa, una intuición de la voluntad para satisfacer la solidaridad de la voluntad con el mundo real en el que se realiza la vida. Amar es querer vivir y corresponder al afecto de lo que nos permite vivir; es sentirse vivo y empeñarse en sostener lo que nos permite percibirnos como seres vivos. El amor cosmológico está en que el mundo se ordenó para hacer propicia la vida. Cuando no se ama cada entidad que hizo posible la vida se es proclive a su desconsideración y a su fatal destrucción. El conservacionismo es una manifestación del amor con que los hombres se aman  y quieren transmitir la naturaleza que les ha permitido amarse a las próximas generaciones, sabiendo que en ese enseñar a amar se encierra el misterio que hace posible la vida.
Destrucción y amor son acciones contradictorias y ambas posibles en el ser engendrado. La gran diferencia está en que el amor se quiere en sí y la destrucción no es querida en sí pero surge como efecto contradictorio en el ejercicio del desamor. Quien no  ama se destruye a sí mismo. Quien no ama destruye la relación que posibilita la vida del entorno. Quien no ama destruye la naturaleza. Es muy posible que nadie acepte racionalmente destruir el hábitat de su vida, pero sin el valor que soporta su consideración la acción negativa se sigue del incosciente modo de obrar que se genera de una inercia consumista planteada desde la única perspectiva de la satisfacción personal.