PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 4                                                                                                   OCTUBRE-NOVIEMBRE 2002
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SEGURIDAD EN EL TRABAJO







Los accidentes catastróficos originados por la naturaleza que vienen acaparando atención durante los últimos años han distraído a la sociedad de la responsabilidad para atajar esa otra fuente de siniestrabilidad que suponen los accidentes laborales.

La dinámica de la economía liberal en la que el colectivo obrero es vital en su conjunto pero no en su individualidad, genera la prioridad de la producción sobre el productor, de modo que la seguridad del trabajador queda relegada a la reivindicación sindical y a la acción mediadora del estado.
La despersonalización de la empresa y la inexperiencia laboral se han demostrado como dos factores decisivos en el incremento de la siniestrabilidad laboral.
La migración favorece la incorporación de trabajadores a los puestos de trabajo más duros y arriesgados para los que en muchos casos los operarios no tienen experiencia laboral.
El conocimiento y la experiencia no sólo favorecen el rendimiento sino que forma en el trabajador el hábito de la autoprotección en la medida que los riesgos y la prevención se le hacen más familiares.
La precariedad en la contratación con un continuo cambio de actividad está en el germen de la siniestrabilidad por una doble causa: la menor coherencia sindical y la desinformación acerca de los riesgos y peligros que acompañan una determinada actividad laboral.
Siendo la integridad física de las personas unos de los valores fundamentales en todos los ordenamientos jurídicos, interesa a las autoridades gubernamentales promover la necesaria legislación para la contención de las escalofriantes cifras de accidentes laborales.
El problema no es menor. En muchos países las cifras de muertos e inválidos resultados de siniestros multiplican con mucho a las de otras causas violentas, como la delincuencia o el terrorismo, siendo a éstas a las que se destina la atención y los recursos. La frivolidad con que desde el poder económico y liberal muchas veces se trata este asunto ha conducido a algunos a hablar de terrorismo empresarial.
Plantear la responsabilidad de cada una de las distintas partes implicadas en los procesos de producción no cuestiona el núcleo fundamental del tema: la necesidad que la empresa como ente de producción profesionalice la prevención de los riesgos laborales. En los países y sectores que se ha determinado de esta manera el grado el grado de eficacia ha sido espectacular.
Es sorprendente que multinacionales que han invertido medios y técnica en sus países originarios, cuando extienden su producción a terceros países, allá el grado de prevención disminuye alarmantemente, prueba de que la prevención contra la siniestrabilidad y la salud laboral es más resultado de la filosofía empresarial que de la fortuidad de los percances.
En algunos sectores se hace más patente el distanciamiento entre producción y recursos de prevención. Sectores como las obras públicas o la construcción de edificaciones, en las que las subcontratas y la precariedad de regularidad en el empleo es más patente, multiplican las estadísticas de accidentes, sin que en muchos casos la administración pública exija a las empresas estructuras profesionalizadas de prevención de riesgos.
Algunas administraciones han diseñado modelos burocráticos orientados en mayor medida a intentar resarcir daños que a prevenir la siniestrabilidad. Es el mal camino que diseñan políticos comprometidos más con otros intereses que el de la causa laboral.