PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 4                                                                                                   OCTUBRE-NOVIEMBRE 2002
página 10


TERCERA VIA








Las grandes confrontaciones bélicas del siglo XX, la guerra fría y la desigualdad social del planeta han movido a sociólogos y pensadores a dudar que las estructuras políticas actuales sean las más adecuadas para promover la armonía en el decurso hacia un único sistema global.

La superación de las políticas enfrentadas de bloques ha sugerido desde los últimos años ochenta la necesidad de una tercera vía entre la derecha y la izquierda, entre conservadores y socialdemócratas, entre nacionalismo y centralismo, entre norte y sur. Una tercera vía fundamentada en incorporar a la política valores universales que puedan dar respuesta a problemas globales.
Las políticas de imperialismo territorial o económico de los últimos siglos han generado un lastre y una desconfianza en la política internacional que hace difícil pensar en modelos que puedan ser mundialmente aceptados.
Para algunos, como Giddens y Blair, la tercera vía la conciben como una respuesta sociológica de la socialdemocracia para aproximarse a la realidad social. El punto de partida se encuentra en la pérdida de la confianza ciudadana en el socialismo a favor de la derecha, y desde ahí preconizan una puesta al día de los valores socialdemócratas.
Entre otras propuestas destaca la que contiene una pequeña novela-ensayo publicada por Editorial Alfasur (Pinto, Madrid, España) que lleva por título Tercera vía, y que propone como tesis la necesaria catarsis del hombre para poder realmente generar una política de progreso. Frente a Giddens y Blair, Botella propone la construcción de la tercera vía desde la filosofía social, por la asunción de responsabilidades a nivel individual y la efectiva participación ciudadana en el entramado del sistema social. La renovación de los valores sociales no puede venir más que de una renovación de valores culturales a nivel personal, familiar, sindical, político, donde la idea de servicio alcance su valor trascendente como realización de la persona. En esta novela se enfrenta la utopía del bien a la praxis de la corrupción del poder.
Pensar en nuevas formas políticas para abordar los retos de una globalización construida sobre principios de justicia social sin previamente revalorizar los principios más elementales de la filosofía social parece una quimera. Mientras los valores sociológicos sean el poder y el dinero, no habrá respuesta social proporcionada a las demandas de justicia, y tan sólo el miedo hará vacilar a los electores entre la guerra y el armisticio.
Una tercera vía tiene que sustentar el valor del trabajo como intercambio de servicios, la sujeción de la propiedad al bien común, la democratización de todas las instituciones, la solidaridad de las rentas, la igualdad de oportunidades, pero todos estos axiomas no progresan sin el fundamento ético que propicie la solidaridad como el bien esencial de la persona.
El reto fundamental, como se valora en la novela de Botella, está en la actitud de lucha personal frente a la oferta de la sociedad de consumo, en la capacidad de empeñar tiempo y esfuerzo por los demás cuando la sociedad del bienestar propone sugerentes formas de ocio y diversión, en asumir la sobriedad en un entorno de marcas sociales, en invertir de forma solidaria en un comercio justo frente a la tentación de la especulación, en gobernar con mentalidad de servicio cuando se ofrecen continuas sugerencias de corrupción.
Nunca quizá la sociedad ha universalizado tanto las proclamas y, al tiempo, tan vacía yace de ideas. Quienes piensan poder ignorar la filosofía y construir sin cimientos equivocados están.