EL PORQUÉ
La estructura mental humana tiende a conocer la causa que motiva todo movimiento o determinación de la naturaleza, ya que sólo en la medida que lo conoce puede dominarla intelectualmente y utilizarla en su servicio. Esta pasión por conocer se desarrolla en todos los momentos de la vida, pero muy especialmente en la niñez, donde por los pocos recursos acumulados se dispone de escasos medios para progresar en solitario descubriendo las causas de los acontecimientos. Ello es la razón de que los niños pregunten de seguido, sin temor de agotar, el porqué de cuanto de nuevo conocen.
Forma parte muy interesante de la educación prestar mucha atención a la demanda de información de los niños, ya que además de afianzar la relación con sus mayores sirve para orientar sobre la personalidad de los críos. Especial atención hay que prestar a quien no pregunta, porque puede que ello se deba a una pereza intelectual, que en nada les favorece, o a una apuntada introversión, que les puede ser muy perjudicial. Pero también podría ser que no pregunten los niños no porque no se cuestionen las cosas, sino porque se haya coartado la libertad para interpelar a los mayores a causa de la poca paciencia de éstos para la tarea de educar. Cuando el niño no se siente escuchado o las respuestas que se le dan las percibe como evasivas para suspender el prestarle atención, tiende a perder la confianza originaria en que son los mayores quienes le han de desvelar adecuadamente la realidad de las cosas.
Atender a los niños exige antes que nada paciencia y comprensión, pero sobre todo imaginación y verdad. La imaginación ayuda a aproximarse a la mentalidad infantil y a elaborar las respuestas adecuadas a la capacidad de asimilar de los niños en función de las ideas formalizadas que pueblan sus mentes. No hay que olvidar que el proceso de razonamiento se fundamenta en una pirámide de ideas en la que cada una de ellas se sostiene desde conceptos previos elaborados de acuerdo a las percepciones recibidas. La verdad es el fundamento mismo de la confianza intelectual, y desde los primeros conocimientos es muy importante evitar todo lo que pueda engendrar contradicción con la realidad, ya que lo que se enseña contra la verdad más pronto o más tarde genera contradicción, lo que perturba en la esencia la razón de todo el saber.
Estar atentos a lo que cada niño cuestiona es especialmente importante en la primera etapa infantil, porque representa el mundo real que él percibe, que a veces no coincide con lo que sus educadores creen que le correspondería interesar. Argumentar adecuadamente cada una de esas cuestiones, por absurda o inadecuada que parezca, forma parte del deber del educador cuyo compromiso no sólo está en transmitir los conceptos del compendio cultural adecuado, sino armonizar esa sabiduría con la naturaleza y los influjos que cada chico percibe para que el mundo del conocimiento se construya coherentemente.
Aun cuando los mayores consideren que un tema rebasa el lógico interés infantil, no debe ser marginado sino respondido en verdad con la forma más simple y comprensiva concebida. Es esos casos es muy importante satisfacer el deseo de saber evitando transmitir la impresión de misterio o la elaboración de un ideario de temas tabú.
La aproximación de mostrar a los pequeños la realidad como es comprendida por los mayores nunca es un error, y es más acertado explicarla sobre conceptos difíciles de comprender que evitarla o mostrarla inadecuadamente de modo que las ideas trasmitidas, asimiladas y desarrolladas en el interior del niño vayan pregresivamente desfigurándose conforme crece.
El porqué puede ser muchas veces inoportuno, pero atenderlo correctamente siempre será un punto para la adecuada educación. Incluso varias posibilidades de un porqué iluminan más que la oscuridad de la respuesta no dada para no confundir.