DEL CRECER DEL NIÑO
La consecuencia de ser niño se posee en positivo durante tantos años como no se anhela ser una persona mayor, lo que se produce cuando se alcanza la adolescencia, cuyo campo semántico está vinculado con la dolencia o carencia de perfección, la que se interpreta como la consciencia de aún no ser mayor. El niño se considera perfecto como niño, pero la realidad sicológica del adolescente está bastante orientada por la percepción de la independencia de una persona mayor como perfección no lograda aún. El niño concibe la mayoría de edad como un proceso futuro, el adolescente la concibe como un proceso próximo con el que permanentemente se tenderá a identificar.
El paso de la niñez a la adolescencia es uno de los tiempos que se observa con muy distinta perspectiva por los padres y los educadores, porque aquellos parece que se resisten a considerar la realidad de esa transformación en cuanto que muchos de los hábitos de la niñez se prolongan en el tiempo. Por ello conviene percibir algunos indicios que sirven de indicadores del desarrollo de los niños. El más simple y común de todos lo marca el que los niños alcancen a posar los pies en el suelo cuando se sientan en una silla, porque el colgar los pies les era exclusivo, y marca una de las percepciones de que ya se es como todos los demás.
Sentarse sin tener que trepar o saltar sobre el asiento constituye un hito aparentemente imperceptible, pero constituye una marca con respecto a la etapa anterior. Casi todos los niños valoran su crecimiento más que en centímetros por la actitudes que logran alcanzar, y los que durante años han diferenciado cómo a ellos les colgaban las piernas de la silla común consideran una meta superada sentarse como los mayores.
Es muy conveniente que los padres aprendan a percibir que esos cambios en el organismo representan también la superación de etapas sicológicas por las que el niño se abre progresivamente al mundo exterior y se vuelve más receptivo, al mismo tiempo que comienza a valorar su personalidad en relación a la opinión que pueda merecer para los otros. La misión de los padres está en acompañar a quien está superando la etapa de la niñez, aunque ello lleve consigo un paulatino despego de la autoridad y los afectos paternos. De alguna manera, el alcanzar con los pies el suelo desde la silla puede representar un simbolismo de cierta independencia, como el que consigue una más plena autonomía de movimiento que le dispone para una mayor libertad. Eso sí, como casi todas las evoluciones sicológicas, esta también pasa muy desapercibida para el propio sujeto, pero es bueno que el entorno la tenga en consideración.