AGRESIVIDAD COMERCIAL
El comercio y el consumidor representan dos ámbitos de una misma realidad por la que los bienes y mercancías se producen, distribuyen y sirven a los ciudadanos para su mejor supervivencia y bienestar. Este modo de organización social, favorecido por la especialización del trabajo, potencia la producción y el acceso a los bienes naturales de muy distantes países, así como la difusión de la creatividad científica y técnica. El comercio constituye el gran medio para el progreso de los pueblos, por lo que es considerado como el cauce más adecuado para el desarrollo de las personas.
Conocida esta trascendencia del comercio para la sociedad, son muchos los intereses que despierta, ya que tras cada transacción se haya el beneficio personal lucrativo que reporta toda actividad comercial. Así se ha llegado a entender como lo más propio de la actividad comercial mercantil el lucro generado, que según sea de proporcional al trabajo invertido puede ser justificado o desestabilizador.
Como el comercio se apoya en la relación entre la parte productora-vendedora y la parte consumista, el cómo sea esa relación representa bastante para la satisfacción de las partes, cuya avenencia contribuye tanto al dinamismo de la economía como a la estabilidad del mercado. En esas relaciones mercantiles está tanto el beneficio que se logra para las partes, como el modo en que se ejerce la promoción del servicio -lo que también se entiende como negocio- de forma que lo ideal es que los intereses comerciales no se impongan sobre los del bienestar común.
El consumismo, o pasión por tener las más novedosas mercancías, ha caracterizado el comercio con el influjo de crear en la persona la apetencia de lo nuevo, de lo distinto o de lo que representa la mejora de un servicio que se presta. El comercio de antaño, dirigido a cubrir las necesidades, ha sido en parte superado por un negocio que se alimenta de sugerir o provocar necesidades a los ciudadanos. Esto supone ser algo así como una cadena, en la que cada nueva oferta conlleva una proyección comercial de otra variante o complemento que por el uso de lo anterior se apetece.
Lo característico de esta filosofía de promoción del consumismo se puede sintetizar en la agresividad comercial por la que tanto se motiva al ciudadano como se lucha con la competencia por la fidelización del cliente. Se trata, en parte, de ganarse el subconsciente del proceso de elección del comprador, para lo cual la estrategia más común es atosigar el círculo de percepción del consumidor, para que, lo busque o no, la oferta se sostenga reiteradamente en la mente. De alguna manera, lo que los publicistas defienden como información llega a invadir de tal manera el entorno de vida de la persona que podría sentirse agredido en su libertad.
Hasta hace poco se consideraba el ámbito de la publicidad como un medio relativamente pasivo, ya que precisaba de cierta complicidad del ciudadano para hacerse cómplice de su recepción. En los últimos tiempos está proliferando la publicidad activa, que busca penetrar directamente hasta el consumidor, burlando su posible intimidad, y así se hace presente en su correo electrónico, en su teléfono celular, en su fax, en su línea telefónica, en la estafeta de su hogar, cuando no es abordado directamente en la calle para recabarle su criterio sobre una novedad comercial. Como la competitividad comercial lleva a copiares los métodos novedosos que los técnicos comerciales diseñan, pronto sobre la sociedad se multiplican las sugerencias, convirtiéndose en un agobio para el ciudadano, muy especialmente para quienes no logran encajar en sus vidas esta dinámica comercial.
Si se considera el creciente proceso de publicidad sobre las personas que se ha desarrollado en los últimos años, pensar que en el futuro se prosiguiera el mismo itinerario de intrusismo debería hacer considerar a la sociedad dónde situar los límites de esa agresividad, para que la promoción comercial se inserte en el bienestar que compete a la actividad mercantil ofrecer .